Pasajero Martes, 28 junio 2016

#DíaDelOrgullo: 15 argumentos que usan los homofóbicos (y cómo desbaratarlos)

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Imagen: vía Pasajero

Megamix contra la homofobia

Escriben: Regina Limo y Miguel Flores Montúfar

Hoy es el Día del Orgullo LGTB. Aunque las actividades realizadas en el mundo, en torno a esta fecha, incluyen marchas, carnavales y festejos, es inevitable que todas ellas se entiendan, también, como una respuesta a la matanza de Orlando. Una respuesta en primera lugar a la tragedia, por supuesto, pero también a las causas que la produjeron y, especialmente, a las reacciones que provocó. Entre las últimas hemos visto los intentos desesperados de algunos organismos religiosos por convencer al público de que esa masacre fue un acto terrorista, en ningún caso motivado por la homofobia. En esa línea se encuentra el esquivo tuit de ‘repudio’ de nuestro Presidente, que tampoco se atrevió a condenar la homofobia. Todavía más hipócrita fue el minuto de silencio que guardó el Congreso, sin asomo de vergüenza, luego de haber bloqueado sistemáticamente los derechos de la comunidad LGTB durante este periodo.

Y a pesar de todo, es probable que estas reacciones no sean tan insultantes y asquerosas como las de los miles de internautas peruanos que, encantados con la idea de matar homosexuales, pidieron que la masacre se replicara en nuestro país. Esos asesinos potenciales (a los que solo les faltan las armas, el coraje y la oportunidad) no tuvieron ningún reparo en escribir sus comentarios sin esconderse, utilizando sus nombres reales: no les ha pasado nada por ello, no han tenido que dar explicaciones ni pedir disculpas, y no han recibido sanción de ningún tipo por su infame apología de la violencia. Volverán a hacerlo, por supuesto.

Como dialogar con ellos es una causa perdida, queremos concentrarnos en otro grupo. En el enorme grupo de peruanos que está convencido de no ser homofóbico. Para ellos, serlo implica odiar a los homosexuales, odiarlos a muerte, perseguirlos y asesinarlos, y como ellos no lo han hecho (hasta tienen amigos gays y todo bien), pues obviamente no son homofóbicos. No importa que se opongan al matrimonio igualitario, que consideren enfermos a los homosexuales, que reciten la Biblia para amenazarlos, que estén dispuestos a prohibir sus demostraciones de afecto, etcétera. No, nada de eso importa: basta con su palabra. Si ellos dicen que no son homofóbicos, pues ya está: no lo son.

Eso es obviamente falso. Para deslindar de la homofobia, no basta con negarla o con advertir que no está: es necesario que el argumento lo demuestre.

En este post, hemos recogido precisamente los argumentos más comunes que siguen al clásico “No soy homofóbico, peeero…”, con la intención de exponerlos, cuestionarlos y desactivarlos.

Este post es una versión extendida y remixeada de otros textos que hemos publicado sobre el tema. Los hemos reunido aquí porque, mientras tenga sentido, no renunciaremos a la discusión. Y lo hacemos también porque hay una cadena que conecta esta homofobia, aparentemente inofensiva, con los imbéciles que celebran una matanza y, luego, con los que la llevan a cabo. Es necesario identificar y combatir la homofobia desde los eslabones iniciales. Como dice Jimena Ledgard:

«No hay homófobos buenos y homófobos malos. El homofóbico que no es capaz de herir a una mosca pero que repite en las aulas de colegios, desde el púlpito de una iglesia o en los medios de comunicación, que la homosexualidad está mal y debe ser condenada y reprimida, o que los homosexuales no deben tener los mismos derechos que él, está dejando ese mensaje en los oídos de una persona que podría actuar sobre esa idea. El familiar amable y divertido pero que suelta comentarios homofóbicos e insultantes en la mesa del almuerzo quizá no mate a nadie, pero lleva en sus palabras el discurso que hace que otros sí maten, que otros sí insulten, que otros le revienten la cabeza a un chico que cometió el terrible error de caminar por la calle siendo homosexual. El amigo o el colega de trabajo que hace lo mismo sin que le digas nada porque no quieres caer pesado, también. El homofóbico que solo lleva un mensaje también tiene sangre en las manos».

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Imagen: vía Pasajero

No soy homofóbico, peeero…”

1. “No estoy de acuerdo con que se casen. Punto. Es mi opinión y debes respetarla”

Un derecho es aplicable independientemente de si es popular o gusta a todos.

Piensa en alguien que te cae mal, por la razón que sea. Una estrellita de la farándula, un político, un compañero de trabajo. Piensa en alguien que, en tu opinión, es o puede ser un mal esposo o un mal padre. Y, sin embargo, a pesar de tu opinión, esta persona podrá, si quiere, casarse y tener hijos. Exactamente: en materia de derechos, nuestra opinión no importa. No puedo ir por allí quitándole derechos a quien me parece que no los merece. (No faltarán quienes, de haber podido, me habrían quitado algunos: por ser chola(o), por ser negro, por ser mujer, por ser latino(a), por ser joven, por ser anciano(a), etc.).

Dos cosas más sobre este tema: la primera es que “no estar de acuerdo” con cualquier derecho que incluya a la comunidad LGTB es ya una actitud homofóbica. No tienes que salir a perseguir parejas gays para ganarte el mérito. Si alguien afirmara: “Bueno, yo no estoy de acuerdo con que las mujeres vayan a la universidad”, ¿esa persona tiene que golpear mujeres para ser considerada machista? Y el otro asunto es que la opinión sobre un derecho, por muy compartida que sea por la mayoría, de no deja de ser una opinión. Por eso es que los derechos no se votan.

Finalmente, no tenemos que respetar ninguna opinión. Si las opiniones se respetaran (como si fueran verdades incuestionables), si no se cuestionaran, se bloquearía la aparición de conocimiento (que nace, precisamente, de la discusión y validación de opiniones divergentes).

Puedes leer:

-Fernando Savater, Política para Amador. Aquí un fragmento sobre el punto:

«Te aclaro que las decisiones democráticas se toman por mayoría pero que la democracia no es sólo la ley de las mayorías. Aunque la mayoría decidiese que los ciudadanos de piel negra o los de religión budista no deben participar en la vida política del grupo, ésta no sería ni mucho menos una decisión democrática. Tampoco lo sería aceptar por mayoría la tortura, la discriminación por cuestiones de preferencia sexual, ni (y aquí, ya ves, me opongo a lo vigente en algunos países democráticos) la pena de muerte. Además de ser un método para tomar decisiones, la democracia tiene también unos contenidos de principio irrevocables: el respeto a las minorías, a la autonomía personal, a la dignidad y la existencia de cada individuo».

Cinco razones de Fernando Savater por las que tu opinión no importa

2. “Los homosexuales piden respeto pero no respetan las opiniones contrarias: son intolerantes”

Para ser provechosa, la tolerancia tiene un solo límite: no puede permitir la intolerancia

Este argumento se relaciona con el anterior. Muchas personas dicen que la homosexualidad es una enfermedad, que permitir el matrimonio igualitario es una degradación moral y que los niños criados por homosexuales corren grave peligro de ser educados en la perversión. Cuando uno señala la homofobia que encierran esos comentarios, inmediatamente se nos acusa de intolerantes. Al parecer, la tolerancia implica aceptar también los insultos, las mentiras y, por qué no, la intolerancia misma.

Y eso es falso. Para que la tolerancia se mantenga, debe controlarse (y desecharse, de ser necesario) el único elemento que la puede dinamitar por dentro hasta desaparecerla: la intolerancia. A este proceso, el filósofo Karl Popper lo denomina «paradoja de la tolerancia». En La sociedad abierta y sus enemigos, lo explica así:

«La tolerancia ilimitada puede conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada a aquellos que son intolerantes, si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante frente al acoso de los intolerantes los tolerantes serán destruidos y con ellos la tolerancia».

Puedes leer:

Karl Popper: Paradoja de la tolerancia

3. “Dios creó hombre y mujer / Lo dice la Biblia / Es pecado”

La ley y la fe religiosa son ámbitos distintos

Los hemos reunido todos porque equivalen a lo mismo: “mi fe lo prohíbe”. Tener una fe está bien y se respeta, siempre que esta no se interponga entre los ciudadanos y sus derechos. Todos los ciudadanos, independientemente de nuestras creencias, sexo u orientación sexual, compartimos la ley que garantiza nuestra libertad y los derechos que de ella se desprenden. Pues bien, esta ley no es un mandato religioso. Así como nadie te impone una fe diferente a la que tienes, no puedes imponer la tuya a los demás.

Ah, verdad: la Biblia, entre otras cosas, justifica la esclavitud, brinda salidas legales a los violadores y ha servido para dar sentido religioso a la tortura y muerte de millones de mujeres a lo largo de la historia. Tú, creyente, has leído la Biblia y sabes que no mentimos. ¿Qué explicación tienes para eso? ¿Es imposible reconocer que la Biblia fue escrita por personas y que también contiene errores, o cosas que ahora son leídas como errores?

Puedes leer:

Jorge Frisancho recoge algunas citas bíblicas que nadie parece defender ahora.

Fernando Savater, “La religión es como el vino”

-Fernando Savater, conferencia “Demo vs. Teo” (y siguientes)

-Jimena Ledgard sobre el papel de la Iglesia como legitimadora de la homofobia

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Foto: Facebook

4. “La sociedad no está preparada”

La sociedad no se prepara, se acostumbra. Los grandes cambios siempre se han dado contra los deseos de la mayoría.

Es verdad: la sociedad NUNCA ha estado preparada. Nunca. Ni para la liberación de esclavos, ni para que las mujeres pudieran ir a la secundaria, a la universidad o a votar. Hubo reclamos alrededor, gente indignada y preocupada por el futuro del hogar, por la salud mental de los niños, por la desintegración de la familia.

Y es más: a pesar de que estas leyes se aprobaron, hubo miles de mujeres que igual no fueron a estudiar, ni a votar, para no ofender a sus padres o esposos, para guardar las formas, para que no las miraran mal. La ley no acabará con los papás que conducen al suicidio a sus hijos, ni con los que cierran las puertas de escuelas, trabajos y discotecas, pero es un paso adelante en la búsqueda de la igualdad.

Puedes leer:

Esta columna de Gonzalo Torres sobre cómo habrán reaccionado algunas personas cuando se aprobaron derechos que ahora nos parecen evidentes.

-Un huaqueo de Roy Palomino: una tesis para optar por el grado de bachiller en San Marcos (1949) que se titula “Inconveniencia de otorgar el voto político a la mujer peruana”.

5. “Hay asuntos más urgentes [que el matrimonio igualitario / que la legislación contra los crímenes de odio]”

Todos los asuntos de derechos son siempre urgentes, aunque no te involucren

Por eso son derechos. Volvamos al mismo ejemplo anterior. Hace 60 años, cuando se aprobó el voto de la mujer en elecciones generales, ¿este era el asunto más urgente para el Estado? A ver, así, sin consultar ningún libro pero recordando las clases del colegio o la pre: ¿Cómo estaban nuestros números en nutrición, alfabetización, empleabilidad? ¿No eran, también entonces, asuntos urgentes? ¿No había niños muriéndose de hambre o de frío o de ambas cosas? Eso de “hay asuntos más urgentes” es una de las excusas más disparatadas, egoístas y crueles, porque quien las dice normalmente tampoco está tratando de resolver ningún asunto urgente (o no estaría discutiendo este tema en redes sociales), solo está buscando justificaciones para no hacer nada, y así detener el progreso de cualquier derecho.

Si aplicas ese criterio entonces automáticamente niegas la posibilidad de que problemas que te atañen sean resueltos porque hay otros más importantes que resolver. Por ejemplo, el Gobierno debe paralizar los trámites de tu casa nueva porque primero hay que darles de comer a todos los niños pobres. Y así no funciona ¿verdad?

6. “Uno puede aceptar a los homosexuales discretos, pero no a las locas escandalosas”

Para combatir la homofobia, es necesario aceptar todas las manifestaciones de la diversidad sexual

Ahora que no falta nada para la Marcha del Orgullo LGTBI, otra vez han aparecido comentarios que buscan advertir a los participantes: tengan cuidado, no hagan quedar mal a la comunidad, no se vistan ni caminen ni actúen de manera escandalosa, etcétera. En otras palabras: no sean como son, pasen desapercibidos, escóndase (¡en la Marcha del ORGULLO!).

Lamentablemente, estas recomendaciones son bastante habituales dentro de la propia comunidad LGTBI: muchos gays y lesbianas quieren que su homosexualidad sea aceptada, y están seguros de que esto ocurrirá solo si no se nota; por lo tanto, hacen grandes esfuerzos por camuflarla y, a la vez, condenar las que resultan demasiado evidentes.

¿Cuál es el problema? El espectro LGTBI es muy amplio, e incluye no solo a las lesbianas femeninas y a los gays masculinos (los homosexuales de saco y corbata, como reza el argumento homofóbico), sino a muchas otras variantes (bisexuales, gays femeninos, lesbianas masculinas, transgénero y transexuales, por ejemplo). Pedirles que no sean lo que son es un despropósito que va contra la naturaleza misma de la marcha: la manifestación del orgullo por su identidad.

7. “La homosexualidad es una enfermedad / un trastorno / una desviación”

La ciencia no ha encontrado nada dañino o pernicioso en ser homosexual

La única persona que puede dictaminar que alguien está enfermo es un profesional de la salud. Ningún profesional de la salud puede dictaminar que la homosexualidad es una enfermedad o trastorno o desviación porque ningún manual de medicina moderna la considera así. La medicina cambia, evoluciona, y casi siempre es para bien. Hoy tenemos más vacunas que previenen más enfermedades y las afecciones que antes eran mortales hoy son curables o tratables si son detectadas a tiempo.

Ninguna enfermedad depende de nuestra impresión sobre ella. La gente está enferma o no está enferma. Alguien puede parecer enfermo y no estarlo, o estarlo sin parecerlo, pero que nos parezca enfermo no inserta la enfermedad en su cuerpo.

Para eso existe la ciencia. Y la ciencia ha demostrado y declarado, hace ya varios años, que la homosexualidad no es una enfermedad. Además, ¿cómo va a ser enfermedad sentir deseo, placer y amor sin que esto involucre violentar a nadie?

Puedes leer:

La Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) sobre Orientación sexual y homosexualidad

Foto: Facebook

Foto: Facebook

8. “La homosexualidad es antinatural”

Nadie inventó la homosexualidad. Existe en la naturaleza. Lo natural no es bueno o malo en esencia.

¿Qué se supone que es natural? En principio, la homosexualidad está documentada en cientos de especies animales, y en segundo lugar, NO SOMOS SOLO ANIMALES. Tenemos un lenguaje, hablamos y escribimos, componemos y escuchamos música, tenemos sexo por puro placer (y no solo para concebir), cocinamos y aderezamos la comida (no comemos solo para alimentarnos), somos conscientes de nuestra muerte, tenemos fe, construimos aparatos, y un millón de etcéteras más. Nada de eso es natural. Además, ¿con qué autoridad podemos calificar de antinatural una relación si la monogamia también lo es?

Si determinamos que lo natural es aquello que viene sin que nosotros lo hayamos inventado, la homosexualidad es natural puesto que ha existido siempre y no hay cultura o sociedad en la que no aparezca. Y la existencia de homosexuales no ha impedido la existencia de parejas heterosexuales.

Puedes leer:

En este libro de Fernando Savater, Las preguntas de la vida, el séptimo capítulo se titula “Artificiales por naturaleza”.

9. “Los homosexuales exageran: ven homofobia en todas partes”

La homofobia está naturalizada en la sociedad; es necesario reconocerla para combatirla

Para responder a este argumento, basta recordar este artículo de Mario Vargas Llosa, titulado La caza del gay:

«Ellos [los neonazis chilenos que asesinaron a golpes al activista gay Daniel Zamudio] no son más que la avanzadilla más cruda y repelente de una cultura de antigua tradición que presenta al gay y a la lesbiana como enfermos o depravados que deben ser tenidos a una distancia preventiva de los seres normales porque corrompen al cuerpo social sano y lo inducen a pecar y a desintegrarse moral y físicamente en prácticas perversas y nefandas.

Esta idea del homosexualismo se enseña en las escuelas, se contagia en el seno de las familias, se predica en los púlpitos, se difunde en los medios de comunicación, aparece en los discursos de políticos, en los programas de radio y televisión y en las comedias teatrales donde el marica y la tortillera son siempre personajes grotescos, anómalos, ridículos y peligrosos, merecedores del desprecio y el rechazo de los seres decentes, normales y corrientes. El gay es, siempre, “el otro”, el que nos niega, asusta y fascina al mismo tiempo, como la mirada de la cobra mortífera al pajarillo inocente».

10. “¿Por qué hacen tanto escándalo con declarar su orientación sexual? ¿Por qué hay que festejar que alguien salga del clóset? ¿A quién le importa su vida privada?”

Todos hablamos (todo el tiempo) de nuestra vida sexual

Joe Kort, sexólogo y psicoterapeuta, en “10 consejos básicos para el hombre gay”, brinda un ejemplo de esto: un maestro o un conferencista heterosexual puede mencionar tranquilamente su relación matrimonial en una clase o seminario, puede incluir a su cónyuge en un ejemplo, y esto no se consideraría alarde de su vida sexual. Las parejas que caminan de la mano, los anillos o alianzas matrimoniales… ¡Es normal! Sabemos o intuimos que tiene derecho a ello.

Si consideramos que la orientación sexual no hace mejor o peor a una persona, y que nos corresponden los mismos derechos, entonces también tenemos el derecho de asumir ese aspecto de nuestras vidas. Siempre es más saludable y cómodo asumir la verdad, sobre todo si no es un delito, sobre todo si se trata de una parte importante de tu vida.

-Puedes ver:

Ellen Page sale del clóset

11. “Los homosexuales piden respeto pero no respetan. Con sus marchas, sus besos públicos y todo eso parece que estuvieran provocando a la sociedad, y eso no está bien, es irrespetuoso”

Al marchar, besarse y exigir ser incluida en la legislación, la comunidad LGTB no está haciendo otra cosa que ejercer sus derechos: si no te gusta que lo hagan, el problema eres tú.

Como ya dijimos, los derechos no se establecen en función de nuestra opinión. Asimismo, el ejercicio de esos derechos no puede ser interrumpido porque no corresponda a nuestros gustos o choque contra nuestro código moral. Si algo que no hace daño te disgusta o te molesta, no será asunto de nadie más que de ti.

Y pensándolo bien, ¿cuál es el problema con las muestras de afecto? ¿con los besos? Permitimos los besos heterosexuales pero decimos que los homosexuales son escandalosos. Lo único que cambia es la orientación sexual… y tu mirada.

Por último, claro que es una provocación: te obliga a enfrentarte con tus prejuicios.

En “Métele más lengua, maricón”, dice Gonzalo Meneses:

«¿Te parece una provocación? Que no te parezca, ES UNA PROVOCACIÓN, y sin muchxs de lxs grandes provocadores de la historia hoy continuaríamos esclavizando a los afrodescendientes, quemando a las mujeres inteligentes acusándolas de brujas y pagando los impuestos feudales, así que agradécele a la provocación que hoy al menos puedas elegir a tu presidente. Y si les da asco vernos, pues qué pena por ustedes, porque a nosotros lo que nos repugna es su homofobia y no estamos dispuestxs a tolerarla en ningún espacio.»

Puedes leer:

-Ética para Amador, de Fernando Savater. Aquí un fragmento sobre el punto:

«Los puritanos se consideran la gente más moral del mundo y además guardianes de la moralidad de sus vecinos. Su modelo suele ser la señora de aquel cuento… ¿te acuerdas?

Llamó a la policía para protestar porque había unos chicos desnudos bañándose delante de su casa. La policía alejó a los chicos, pero la señora volvió a llamar diciendo que se estaban bañando (desnudos, siempre desnudos), un poco más arriba y que seguía el escándalo.

Vuelta a alejarlos la policía y vuelta a protestar la señora.

-Pero señora,- dijo el inspector-, si los hemos mandado a más de un kilómetro y medio de distancia…

Y la puritana contestó, «virtuosamente» indignada: «¡Sí, pero con los prismáticos todavía sigo viéndolos».

-Fernando Savater, Moral y puritanismo.

12. “Los homosexuales están pidiendo privilegios: un matrimonio solo para ellos, legislación sobre crímenes de odio, etcétera”.

Mientras exista desigualdad, la ley deberá amparar a las minorías desfavorecidas o particularmente violentadas

El asunto sería mucho más sencillo si hubiera para todos los mismos derechos. La Unión Civil no era, como algunos afirman, un privilegio para cierta minoría: era una opción limitada e intermedia, un amparo legal para las parejas LGTB que no podían acceder al matrimonio civil. La propuesta de los organismos LGTB ha cambiado: ahora la exigencia ya no es la Unión Civil, que fue rechazada por el Congreso, sino el matrimonio igualitario, que nos permite a todas las parejas acceder a los mismos derechos.

Por otro lado, ya hay leyes para poblaciones específicas como personas con discapacidad, niños y niñas, mujeres que sufren violencia de pareja, y, créenos, eso no es ningún privilegio. Si no necesitas que una ley se modifique y considere especialmente tu caso, considérate afortunado. Sobre el caso específico de los crímenes de odio, la legislación considera la motivación del crimen: si este es responde a los prejuicios del agresor contra una persona por su pertenencia a una comunidad (raza, religión, cultura, sexo, orientación o identidad sexual), esa motivación se convierte en un agravante.

Puedes leer:

Mario Vargas Llosa, La caza del gay

12. “Si se aprueba el matrimonio igualitario, mañana podrán aprobarse el incesto, la pedofilia y la zoofilia”

No es lo mismo unirse libremente a alguien que chantajearlo o someterlo

La homosexualidad, el lesbianismo y la bisexualidad, como orientaciones sexuales, implican la atracción sexual y el consentimiento de ambas partes así como la voluntad y la libertad mutuas. La pedofilia, el incesto y la zoofilia, en cambio, no, y en su funcionamiento existe siempre una víctima y un victimario (el sometimiento puede darse a través de la seducción, la violación y el chantaje).

13. “La homosexualidad confunde a los niños”

A un niño basta con decirle que dos personas se quieren

Los niños no suelen nacer con los temores que tienen los adultos. Son estos quienes se los contagian. La única forma en que los niños se confundan es que nadie les sepa explicar algo bien o lo haga con temores y prejuicios. Hablar de homosexualidad es como hablar del sexo en general: si se hace naturalmente y sin temores no hay nada que temer. Si, por el contrario, se hace con susurros, risas o caras serias, la impresión no va a ser buena.

Si lo que temes es que un niño se vuelva homosexual, respira. No lo hará. Nadie se “vuelve” homosexual. Puedes conversar con todos los gays, lesbianas y trans que conozcas (y si no conoces, atrévete a conocerlos, no muerden). Hablarle a un niño del tema no lo hará homosexual. Por el contrario, si el niño ya lo es, hablarle naturalmente del tema le evitará una vida de sufrimientos a causa de sentirse injustamente raro o enfermo. Y lo peor que podemos hacer con un niño es dañar su autoestima ¿no?

Puedes leer:

Un padre médico habla con su hijo sobre la homosexualidad

14. “Atenta contra la idea tradicional de familia”

La familia cambia y evoluciona a través de los tiempos. Ninguna pareja heterosexual dejará de serlo por la existencia de parejas homosexuales

La constitución de la familia ha cambiado a lo largo de la historia. Por ejemplo, en la Edad Media era común abandonar a los hijos cuando no se podía alimentarlos (el cuento de Hansel y Gretel está basado en esta costumbre). Los padres podían disponer de la vida de sus hijos incluso cuando hubiesen llegado a la mayoría de edad. La ley hacía diferencias entre hijos dentro del matrimonio e hijos fuera del matrimonio. El esposo podía decidir sobre el dinero de la esposa. Los patriarcas bíblicos tenían varias esposas. Los hombres ricos y los reyes podían tener concubinas aparte de la esposa.

La constitución de la familia no ha sido siempre la misma y, afortunadamente, ha cambiado para bien. Los abuelos crían a sus nietos. Las personas crían hijos de matrimonios anteriores. Los amigos viven juntos para compartir gastos. Además, una pareja heterosexual no va a dejar de serlo porque una pareja homosexual decida unirse. Si la familia ha cambiado, lo ha hecho por factores que nada tienen que ver con las parejas homosexuales. Los matrimonios no son arreglados por los padres, por ejemplo. Las familias actualmente se forman por la voluntad de personas que quieren compartir la vida con sus seres queridos. Es este fondo y no su forma (foto de mamá, papá y parejita de hijos, por ejemplo) lo que constituye el corazón de una verdadera familia.

15. “No van a parar hasta la adopción de niños”

Efectivamente. ¿Y qué necesita un niño para ser feliz?

Como se sabe, hay dos diferencias fundamentales entre el proyecto de unión civil y el de matrimonio igualitario. Uno es el cambio de estado civil en el DNI, debido a que el acuerdo que firmarán los contrayentes ante el Estado se llamará matrimonio, y establecerá los mismos derechos y deberes que el matrimonio tradicional. El segundo cambio se desprende del primero: los esposos podrán adoptar niños. Muchas personas que apoyaban (con entusiasmo o a regañadientes) el proyecto de unión civil, se han desembarcado rápidamente de la iniciativa, asustados porque meterse con los niños es pedir demasiado.

Ahora bien, cuando las personas se oponen a la adopción de niños por parejas homosexuales, yo no sé si actúan por ceguera o por franca maldad. Para darse cuenta de la realidad basta con abrir los ojos: las familias formadas (o inicialmente formadas) por parejas heterosexuales son, por muy lejos, las mayores productoras de pervertidos, corruptos, asesinos en serie y toda la gama imaginable de criminales. Allí es donde se encuentra la tasa más alta de padres violentos, padres violadores, padres que rompen a patadas los huesos de sus esposas, padres alcohólicos, padres que humillan, que mienten, que roban, padres que abandonan para siempre. Padres que alimentan a sus hijos en la codicia, la envidia, los prejuicios. Padres que encierran, que asustan, que limitan, que matan lentamente.

¿No es así, acaso? Todos nosotros lo hemos visto de cerca, o en nuestra propia familia o en las de nuestros primos, vecinos, compañeros de universidad, de colegio o de trabajo, en las noticias, en la calle: todos los días. Y eso, hasta donde sé, no nos ha hecho encender las antorchas para traer abajo el matrimonio heterosexual, ni negar su posibilidad de construir un hogar que se funde en el amor común y el deseo de mejorar las cosas. Es exactamente lo mismo. Y antes de que digas nada, recuerda que la homosexualidad NO es una enfermedad (no me importa si a ti te parece que sí: es lo que la ciencia ha demostrado), y que también está demostrado que la orientación sexual de los padres NO determina la orientación de los hijos (otra vez las estadísticas: ¿acaso queda alguna duda de que la infinita mayoría de niños gays y lesbianas provienen de parejas heterosexuales?). Es lo que está demostrado, ¿se entiende eso?

También está demostrado que lo único que realmente necesita un niño para crecer feliz (tanto como la alimentación y el cobijo) es el amor. Una familia real es la que ama, punto. Y si sabes todo eso, y sigues negándote a esa posibilidad, y hablas de tu fe, y dices que la familia tradicional y blablablá, bueno, recuérdalo: hay miles de niños que tienen frío y hambre, y que están solos, y que no tendrán quien los eduque en el amor, en el respeto a los demás, en la búsqueda de su felicidad. Gracias a ti.

Puedes leer:

Estos dos artículos de Mario Vargas Llosa sobre el tema. El primero fue publicado en 2005, cuando España legalizó el matrimonio igualitario. Aquí un fragmento sobhe el punto:

«Un prejuicio idéntico sostiene que los niños adoptados por parejas homosexuales sufrirán y tendrán una formación deficiente y anómala, ya que un niño para ser «normal» necesita un padre y una madre, no dos padres o dos madres. A esta afirmación dogmática y sin el menor sustento psicológico, ha respondido Edurne Uriarte de manera inmejorable: un niño lo que necesita es amor, no abstracciones. También padecen de una ceguera contumaz quienes no se han enterado de que, entre las parejas heterosexuales, cada día se descubren casos atroces de violencias ejercidas contra los niños, y, entre ellas, sinnúmero de abusos sexuales. Que los padres sean hetero u homosexuales no presupone de por sí nada; cada pareja es única y puede ser admirable o tiránica, amorosa o cruel en lo que concierne a la educación de sus hijos. Y también en este campo cabe suponer que entre quienes han luchado tanto por poder adoptar niños, ahora que lo han adquirido, asumirán este derecho con ilusión y responsabilidad».

Y este otro artículo de Vargas Llosa, cuando el año pasado empezó a debatirse en el Congreso el proyecto de Unión Civil.

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«RuPaul es nuestra pastora: nada nos faltará». Imagen: vía Pasajero

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Somos conscientes de que este post será más leído y compartido por quienes piensan como nosotros que por quienes no. Y, sin embargo, lo escribimos pensando en quienes NO piensan como nosotros, así que terminamos dirigiéndonos a ellos: ¿No estás de acuerdo? Comenta, por favor. Nos encantaría llegar al fondo de este asunto. Hay muchos argumentos más que exponer y cuestionar. Pero hay que hacerlo ya: mientras nosotros conversamos aquí, millones de personas LGTB en el mundo siguen viendo recortados sus derechos, siguen siendo acosados, perseguidos y hostilizados; millones de niños sufren y temen y se suicidan. Millones de personas en el mundo. Ahorita. Esa cadena empieza aquí, con nosotros, con lo que decimos, pensamos y enseñamos. Cortémosla de una vez.

Artículos originales:

El deber de salir del clóset

10 argumentos contra la homofobia para dummies

II Marcha por la Igualdad: la necesidad de seguir hablando de esto

Diga HOMOFOBIA, señor presidente

Megamix contra la homofobia

La Voz Kids: ¿Alguien quiere pensar en los niños?

5 razones de Savater por las que tu opinión no importa

Carta abierta a los famosos: razones para salir del clóset