Pasajero Jueves, 26 septiembre 2019

Grey’s Anatomy: Un camino hecho de mujeres

Ayer seleccionamos 15 escenas de Grey’s Anatomy. Cuando pedí a las colaboradoras que hicieran una lista de sus momentos favoritos, casi todas mencionaron este: el episodio 19 de la decimoquinta temporada, “Callada todos estos años”. No lo incluimos ayer porque queríamos darle su espacio propio.

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En Estados Unidos, la emisión del episodio tuvo una importante repercusión mediática. (En adelante, el texto incluye spoilers de este capítulo). En un drama médico que, a lo largo de los últimos 15 años, ha explorado desde las emergencias más comunes hasta las enfermedades más extrañas, esta es la primera vez que se aborda directamente un caso de violación.

Para contextualizar, este es el resumen del capítulo: Jo Karev (quien acaba de descubrir que ella misma nació producto de una violación) atiende a Abby, una mujer que llega al hospital con cicatrices en el rostro y se queja de un fuerte dolor en el vientre. La actitud temerosa de la mujer, todavía en shock, alerta a Jo, y esta decide encargarse ella misma del caso, en vez de derivarlo al interno a cargo.

Apenas están a solas, Jo ayuda a la mujer a descubrir su cuello y allí se hacen evidentes las marcas de ahorcamiento. Luego, en sus piernas, se observan magulladuras y raspones. Jo entiende rápidamente que la paciente ha padecido violencia sexual, pero Abby inventa la historia de un accidente con los hijos de su vecina.

Tardará mucho en reconocer que fue violada, y para ello hará falta que se enfrenten las posturas de sus dos médicas a cargo: Jo Wilson, quien insiste en que se haga los exámenes por si, en algún momento, desea demandar a su agresor, y Teddy Altman que, aunque desea lo mismo, le recuerda a Abby que la decisión es solamente suya, y que no realizará ningún procedimiento sin su aprobación.

Abby no desea examinarse porque no ve ninguna posibilidad de justicia: sabe que, si denuncia, con el juicio legal vendrá también un juicio moral: había peleado con su marido, estaba sola en un bar, llevaba una falda corta, había bebido demasiado…

Las palabras de Jo la ayudan: “Mi exesposo me golpeaba. […] Nunca tuve la oportunidad de hacer justicia. No imagino cómo te sientes ahora. No puedo. Pero, quizás, algún día, sientas otra cosa. Quizás quieras justicia. Y quiero que tengas todo lo necesario para conseguirla”. Abby acepta.

Empieza entonces el protocolo de recojo de evidencias para casos de violencia sexual. Cada paso debe ser consentido por la paciente, quien debe decir “sí” ante la solicitud de las médicas. Siguen un par de minutos de preguntas y respuestas: “¿Estás lista?” y “Sí”, mientras las pruebas avanzan. Es el protocolo en funcionamiento, el conjunto de pasos establecidos por ley para garantizar el consentimiento de las víctimas.

Cuando termina el recojo de evidencias y Abby debe ser trasladada a sala de operaciones, entra en pánico: desde la violación, a causa del estrés postraumático, no ha podido ver a ningún hombre sin experimentar terror, y le espanta la posibilidad de perder la consciencia y el autocontrol ante ellos.

Aquí empieza la escena más simbólica del episodio: consciente del miedo de Abby, la doctora Jo Karev ordena a Andrew DeLuca colocarse en la puerta e impedir el ingreso al pasillo de cualquier varón. En cambio, convoca a todas las mujeres disponibles (enfermeras, internas y médicas) y las ubica en ambos márgenes del pasillo. Cuando Abby sale de la habitación, rumbo a la sala de operaciones, se encuentra con un camino hecho solo de mujeres. También serán solo mujeres quienes estarán a cargo de ella durante la intervención quirúrgica.

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Mientras operan a Abby, Teddy le dice a Jo: “Esto que hiciste por ella no estaba en el protocolo”. Jo lo reconoce y se disculpa, pero Teddy la interrumpe: “Digo que no lo está, pero debería estarlo”. Este diálogo es clave: ¿qué no estaba dentro del protocolo y debería estarlo? No se trata del pasillo hecho de mujeres, que en sí mismo es un símbolo, sino de aquello que motivó a Jo a crearlo: el deseo de mitigar el dolor de la víctima y acompañarla, incluso más allá del protocolo, con la acción concreta de encargar el procedimiento solo a mujeres.

Pero, ¿qué significa ese pasillo? ¿Por qué no aparecen hombres en él? ¿Por qué el protocolo incluye tantas preguntas? ¿Cómo se aplica en nuestra realidad? Para hablar de este episodio, tanto de sus aspectos alegóricos como de los realistas, hoy escriben tres mujeres feministas. La psicóloga Alexandra Hernández Muro, la abogada Brenda Álvarez y la activista Magally Rosado se aproximan al capítulo comparándolo con nuestra realidad más inmediata, o explicando el simbolismo de algunas de sus escenas.

Alexandra Hernández Muro, psicóloga

Como parte de los procesos de denuncia por violencia, la toma de pruebas forenses es un paso fundamental, entendido como la forma de “comprobar” que te han hecho daño. En el caso de violación sexual, que implica alguna forma de invasión en el cuerpo, los casos se suelen sostener en base a la evidencia de penetración.

Para alguien que ha sufrido una violación sexual puede ser aterrador tener que permitir que su cuerpo sea invadido para tener que recolectar pruebas de violencia, y ¡qué necesario es el enfoque de género en un momento así! En la escena en donde se utiliza el kit de violación, Jo y Teddy le aseguran a la víctima que ella tiene la autonomía para detener el proceso y dar su consentimiento para cada paso que se da.

Ver a ambas doctorar explicarle a detalle los pasos, preguntarle si estaba lista antes de hacer cualquier aproximación y ser delicadas y cuidadosas me hace pensar en los protocolos poco claros y las negligencias que se cometen en el momento de la práctica forense en casos de violencia sexual en nuestro país.

El miedo de ser revictimizada es una de las razones por las que las víctimas huyen a las denuncias, pero, en esta escena de la temporada 15, vemos cómo el consentimiento ante cada paso de la evaluación se vuelve fundamental para asegurar la autonomía de la víctima, lo que le permite continuar con el proceso.

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Jo, con su propio pasado de violencia, se convierte en el soporte emocional de la víctima. ¿Cuántas de las que han padecido violencia sexual han contado con un apoyo que les permita enfrentar una denuncia? Es necesario recalcar la importancia de las redes de apoyo de sobrevivientes, referentes y de visibilidad de estos casos para poder afrontar de manera adecuada, lo que impedirá la revictimización.

Para mí, esta escena es poderosa porque significa devolverle a la víctima la autonomía sobre su cuerpo y hacerle saber que puede tomar decisiones por ella misma. Tú decides denunciar, tú decides hasta dónde llegamos, tú decides de qué manera y cómo brindas las pruebas que tu cuerpo tiene para condenar a tu agresor.

Brenda Álvarez, abogada

El capítulo me resulta particularmente impactante e interpelador pues representa ese ideal de respuesta del otro, la otra y otre frente a una situación de violencia: la escucha, el respeto a las decisiones, la no revictimización, la empatía y los brazos extendidos para recibir los testimonios de las sobrevivientes de la violencia sexual. ¡Cuánto camino nos falta por andar!

La muralla de mujeres que Jo organiza en el pasillo del Grey Sloan Memorial para que la sobreviviente se sienta menos amenazada por la presencia masculina, luego de una agresión sexual, es la cereza del pastel del capítulo. No solo recibió una atención técnicamente adecuada (se actuaron los protocolos de custodia de prueba, se le informó sobre sus derechos y posibilidad de denuncia, se le solicitó consentimiento de forma previa e informada), se sintió protegida y segura. Todas estas acciones y atenciones no se supeditaron a la denuncia. La denuncia no fue una obligación.

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Es la antítesis de la atención a la violencia sexual en el sector salud en nuestro país. Una deficiencia que no pasa por la falta de protocolos: tenemos uno desde el 2004 que hace parte de las Guías Nacionales de Salud Sexual y Reproductiva del MINSA. Si bien no es el más progresista, tampoco es el peor. ¿Qué es lo que pasa, entonces? Pues estas atenciones no son consideradas prioritarias, es más, son vistas por el personal de salud como engorrosas pues su intervención suele comprometerles con el proceso penal. El kit de emergencia en casos de violencia sexual, en el mejor de los casos, se reduce al anticonceptivo oral de emergencia.

Muchas sobrevivientes acuden a los hospitales en busca de atención para evitar que los daños se consoliden o para prevenir situaciones irreversibles. No todas buscan denunciar, no todas lo desean, no todas lo necesitan. Sin duda es una decisión bastante compleja y el rol del sistema de salud en esas circunstancias es brindar atención oportuna -la que debe ser brindada sin el requisito de la denuncia- y cautelar los medios de prueba que se pueda identificar para que sean usados cuando la sobreviviente lo decida.

Magally Rosado, activista

Una falda muy corta no es una invitación. Una mujer con tragos encima no es una oportunidad. Una violación no es una infidelidad.

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Andrew DeLuca impide el ingreso de otros hombres al pasillo por donde pasará Abby

La figura que Shonda Rimes propone en el episodio “Callada todos estos años” parece ser la única que podría generar impactos positivos: desaparecer a los hombres. Desaparecer la vieja idea de hombre, esa que se biodegrada y germina, cual bolsa de basura, en la mente masculina, la misma que les hace pensar que el cuerpo femenino está sobre la tierra para su goce y disfrute. Desaparecer las voces masculinas tras una denuncia, esas voces chillonas y alharacosas que buscan desacreditar a las víctimas. Desaparecer los estereotipos que se encierran dentro del concepto masculinidad. Hoy les toca a los hombres desaparecer.