Pasajero Miércoles, 25 septiembre 2019

15 escenas por las 15 temporadas de Grey’s Anatomy

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    Meredith Grey (Ellen Pompeo) y Cristina Yang (Sandra Oh). A pesar del esfuerzo que ha hecho la serie por seguir adelante, el vacío que dejó Sandra Oh al salir de ella en la décima temporada todavía no ha sido sustituido.

Mañana se estrenará en Estados Unidos la decimosexta temporada de Grey’s Anatomy. Así, la serie de Shonda Rhimes, emitida por primera vez en marzo de 2005, alcanza un número inusual de años frente a la pantalla. Anterior al boom de las series concebidas como obras de arte, y aún con sus tropiezos y repeticiones, ha conseguido tres objetivos importantes. El primero es sostener un nivel de audiencia suficiente como para continuar al aire; el segundo, recoger las preocupaciones contemporáneas y darles espacio y visibilidad; y finalmente, instalar en sus espectadores un conjunto de diálogos, escenas y personajes que seguirán haciéndoles compañía aun cuando la serie haya terminado.

Precisamente, para celebrar los 15 años de Grey’s Anatomy, les pedí a quince espectadoras, seguidoras de la serie, que escogieran sus escenas favoritas: en los párrafos que siguen, ellas las describen brevemente y nos explican qué tienen de simbólicas, conmovedoras o relevantes. Veremos que algunas escogen escenas dramáticas o violentas, otras prefieren los diálogos, otras el silencio, etcétera. Las conexiones que establecen con estas escenas son siempre personales, aunque se manifiestan de diversas formas. En algunos casos recuerdan etapas de sus vidas, en otros les ayudan a orientarse, en otros, también, a proyectarse: si algo como eso me ocurriese, quisiera actuar así.

Como verán, faltan muchísimas escenas relevantes (los matrimonios o algunas muertes ineludibles como las de Ellis, Lexie, Mark o Derek). Eso puede explicarse en que les pedí a las colaboradoras que escogieran no las escenas más importantes de la serie, sino las que habían tenido, con ellas, una conexión más personal. Por eso, el resultado ha sido tan diverso y, a la vez, tan honesto.

*Los títulos casi nunca corresponden al capítulo; les pusimos otros que pudieran asociarse directamente a las escenas.    

La novia en el piso (T. 3, E. 1)

Claudia Duharte, literata

Me gustó siempre el contraste del vestido con el suelo del baño. Y también que ese vestido nunca haya cumplido con lo que debía y que haya terminado en la posición menos esperada. Izzie dice que se demoró mucho eligiendo qué ponerse y que si tan solo hubiese llegado antes. No se levanta y todos le hablan sin que les parezca demasiado raro estar echado en el piso de un baño. Izzie y Denny son una de las primeras parejas cuyo drama no giraba en torno a que se gustaban, y fue, creo, una de las más felices. Que él haya muerto, y ella y su vestido hayan terminado en ese baño fue el primer indicio de que, en la serie, no iba a haber ni princesas ni príncipes, y que es siempre es bueno tener a alguien que pueda bajar el cierre de un vestido cuando este comience a asfixiar.

El club de los padres muertos (T.3, E. 12)

Melissa Pérez, editora independiente

Aunque toda muerte es dolorosa, solemos conceder que, para un hijo, la muerte de su padre forma parte del equilibrio de la vida: duele pero se repondrá y continuará. Sin embargo, esta seguridad es puesta en duda durante el capítulo 12 de la tercera temporada.

Tras la muerte del padre de George O’Malley, Cristina Yang le cuenta a este acerca de la existencia del Club de los padres muertos. Ella le confiesa que también había perdido al suyo cuando tenía nueve años. Segundos después, él, como quien ha perdido la memoria y no encuentra la forma de retornar a casa, de seguir con la rutina o de valerse por sí mismo, admite que no sabe cómo vivir en un mundo donde su padre no existe. Para Omali, así como para muchos de nosotros, la ausencia de nuestro padre supone el miedo a nuestra desaparición, a nuestra falta certeza sobre nuestras acciones, al derrumbe de la confianza en nosotros mismos. Elegí esta escena como una de las mejores, porque me recuerda que papá está aquí, para mí, y que tengo la suerte de no formar, todavía, parte de ese club.

¿Qué pasó contigo? (T. 3, E. 14)

Diana Ortega, estudiante de Marketing, vendedora y madre

Ellis Grey tiene un momento de cordura en medio de su Alzheimer y, al ver a Meredith a su lado, le pide que le cuente sobre su vida. Con una sonrisa, le dice que realmente quiere conocerla. Meredith le cuenta sobre su novio y lo bien que se siente, tanto que las decisiones sobre su futuro han pasado a segundo plano. Su madre se pone frenética y le reprende por ser feliz, por estar enamorada y sentirse bien al respecto.

Quizá Ellis estaba asustada y temía que su hija abandonara su profesión o proyectaba en ella su historia personal con Richard. Quizá simplemente sintió envidia de Meredith al verla realizarse no solo como médica, donde ella tenía la última palabra en el juicio de valor, sino también como ser humano, en el ámbito emocional en el que ella, Ellis, había fracasado.

Tomó años resolver los conflictos que le generaron las palabaras de su madre: la llamó «ordinaria» y Meredith se fue encogiendo hasta desear desaparecer. Es por eso que vemos diferentes enfrentamientos inconscientes de Meredith con la muerte (coge un explosivo, no lucha por respirar luego de ahogarse) como si por el hecho de no ser suficiente para su madre no mereciera vivir.

Resulta extraño ver a las madres no sentirse orgullosas de sus hijos o no querer verlos felices pero ocurre, a mí me pasa con mi madre, quien no sabe o no quiere saber cómo sus palabras me quitan el aliento y las ganas de ser feliz, igual que a Meredith.

Meredith se demostró a sí misma que era tan brillante como su madre y que además era buena madre, tenía amigos y vida de pareja. Yo espero con los años, también, poder demostrarme a mí misma que soy mucho más de lo que mi madre me llama en sus momentos de frustración e ira.

Elijo mi don (T.6, E.12)

Diaña Quiñones (Artemiza), lingüista

En el episodio «Blink», Christina Yang le dice a Teddy Altman, quien hasta ese momento era la mejor maestra que había tenido, que se quede con Owen, su novio, si quiere, pero que no se vaya.

Cuando escuché ese diálogo, estaba viendo todas las temporadas de Grey’s Anatomy para acallar la sensación de soledad que me agobiaba. Mi ex me acababa de dejar por enésima vez y me costaba encontrar una rutina que no lo incluyera. Y que alguien dijera en voz alta que el amor de pareja no es lo más importante en la vida era justamente lo que necesitaba para sanar.

Son pocas veces en que la ficción le ha permitido a los personajes femeninos escoger su propia realización antes que a sus parejas. Cuando Christina suelta esta frase, no está escogiendo su carrera sobre el amor, sino que está escogiendo a su verdadero amor: la cirugía cardiotoráxica. Desde pequeños estamos condicionados a creer que no seremos felices mientras estemos solteros, al menos no «realmente» felices. Sin embargo, ¿podría llamarse felicidad a renunciar a aquello que nos hace quienes somos? La identidad de Christina está direcamente vinculada con su amor por la cirugía. Perder a Owen sería una tragedia, claro, pero renunciar a la oportunidad de sostener un corazón de nuevo sería perderse a sí misma.

Todos admiten que sienten lo mismo que Christina, pero se niegan a admitirlo públicamente. Como si desear algo que no sea el amor los hiciera menos humanos. Christina decide no sentir vergüenza y, si tiene que escoger, escoge su don, se escoge a ella.

Y, gracias a Christina, en ese momento me hice un poquito más fuerte para escogerme yo también.

Los vómitos, el llanto, la sangre (T. 6, E. 24)

Magally Rosado, activista

La muerte y todos sus amigos es el nombre del vigésimo cuarto capítulo de la sexta temporada. El momento: Cristina opera a Derek mientras un tipo, Gary Clark, le apunta a la cabeza con un arma. En la misma escena, Jackson toma distancia del momento y busca salidas, mientras Owen permanece en su rol de héroe. Un hombre que reclama justicia, que necesita un “ojo por ojo”; Mer asumiéndose como “ojo por ojo”. Atraviesan la escena caos, tensión, desolación, resignación, furia y más caos.

Este es uno de mis momentos favoritos en Grey’s Antomy, han pasado muchísimas cosas en quince temporadas pero este es uno de los momentos más reales para mí, la sangre, el vómito, el llanto, el terror que sentimos al enfrentarnos a la muerte, el temor de perder a quien amas, el odio al querer vengar la pérdida de la persona amada. Del otro lado, aspectos de la amistad que no caben en un meme, la desesperación por no defraudar, por proteger, la desazón al ver que estás a punto de fallarle a tu persona.

No importa si eres joven o viejo, si has vivido intensamente has sido Cristina, Meredith, Jackson, Owen, Dereck y, por supuesto, también Gary Clark.

La muerte y todos sus amigos (T. 6, E. 23 y 24)

Brunella Rosalino, historiadora

Greys Anatomy es, de todas, mi serie favorita, porque en más de una ocasión me he identificado con las desgracias o triunfos de sus personajes hasta sentirlos míos y porque es la única serie que he visto más de tres veces (todas las temporadas que están en Netflix). Entre tantos buenos capítulos, unos más intensos que otros, “Santuario” y “La muerte y todos sus amigos”, ambos de la temporada seis, son los que se llevan la corona sin duda alguna. Ver y escuchar a La Nazi negando que es cirujana para salvar su vida, luego luchar por salvar la vida de su interno (Charles), tener esperanza y luego perderla hasta quebrarse. Sin embargo, lo más destacable es el vínculo de Cristina y Mer que una vez más se fortalece ante una desgracia: Cristina operando a Derek y Mer a Hunt, cada una tratando de no fallarle a la otra. Estos capítulos que narran el tiroteo dentro del hospital, que era el hogar para cada uno de los personajes, es la evidencia de cómo Shonda Rhimes, la creadora, puede involucrarnos tanto en su obra maestra, y solo por eso Greys Anatomy es la mejor opción para las maratones.

A la deriva y en paz (T.7, E.10)

Brenda Álvarez, abogada

Cristina tiene una crisis emocional por una experiencia traumática reciente y decide dejar lo que más le emociona en la vida: ser cirujana. Va a pescar con Derek para despejarse, o simbólicamente para «mantenerse a flote». No lograba pescar, tampoco creía que lo lograría, se sentía escéptica de ese momento, y sin más, un pez muerde el anzuelo. Era el más grande de los peces, y ella rompe en llanto, un llanto profundo de renacimiento y de inicio de sanación: lo había logrado.

Ese capítulo aborda la sanación de nuestros dolores, rupturas, desencantos e inseguridades. Nada más abrazador que sentir que en ese proceso tan complejo de caer, tocar fondo y de volver a empezar no te encuentras sola. Sin duda es importante tenerse; pero a veces nos perdemos. Acompañar y ser acompañados en ese momento por las Meredith de nuestras vidas es ese cable a tierra que nos indica que todo está y estará bien, que pase lo que pase siempre podemos volver a empezar.

La maternidad como imposición (T.7, E. 22)

Helena (@MotherOfAllMF en Twitter)

En esta escena, Owen se encuentra casi rogando a Cristina que tenga un hijo con él. En algún momento parecía que se lo exigía, aunque al final todo era algo parecido a una súplica, a pedirle que «hiciera algo por él». Pero Cristina nunca ha querido hijos, él lo sabía y aún así se casaron, tal vez porque ambos albergaban la esperanza de que, con el paso del tiempo, el otro cambiase de parecer.

Faltarían números para contar a las mujeres que, por amor, han sacrificado algo sumamente importante para ellas. Que se rindieron ante la presión, que renunciaron a sí mismas. Cristina no. Ella siempre se mantuvo firme, incluso cuando esto significara perder a la persona que amaba. Porque algunas concesiones no deberían realizarse nunca, y en los momentos de flaqueza habría que preguntarnos qué habría hecho Cristina Yang.

Hoy es el día de nuestra boda, cariño (T.8, E. 12)

Mayra Pérez Márquez, comunicadora

En el capítulo 12 de la temporada 8, Adele, esposa de Richard Webber, es encontrada en la calle deambulando, muy confundida y angustiada, y preguntando por su esposo. April la atiende en el hospital y, en un descuido, Adele se va a otro sitio. Finalmente, April la encontró en la oficina del jefe interino, pero Adele la ve diferente. No están las cosas de su esposo, quien fue jefe años atrás, y asume que, por fin, la ha abandonada por otra. Para tranquilizarla, April la lleva a las galerías para que vea a Richard, quien se encuentra con Meredith realizando su cirugía número 10 mil. Adele lo ve y en lugar de tranquilizarse, grita y se desespera. Confunde a Meredith con su mamá, Ellis Grey, la célebre cirujana con quien Richard, muchos años atrás, había tenido un amorío. Adele le grita a ‘Ellis’ y le exige que rompa con Richard, que no destruya su matrimonio. Todos escuchan, Richard no sabe qué hacer, y Meredith le dice que le podría tranquilizar contarle un momento feliz, que eso había ayudado a su mamá durante el tratamiento del Alzheimer. Richard se queda un momento callado y empieza a cantar My funny Valentine. Adele empieza a tranquilizarse y canta con él. Cuando terminan, él le dice que es el día de boda: «Eres la novia más hermosa que he visto». Adele se limpia las lágrimas, ya está más tranquila.

Esta escena representa varias cosas. La primera es la vulnerabilidad de Adele, que siempre se había mostrado fuerte y decidida; aquí, debido a su enfermedad, se expone ante ‘Ellis’ y Richard, algo que nunca había hecho. Lo segundo es la culpabilidad de Richard. Adele siempre le reclamó que, para él, su trabajo como cirujano era más importante que ella. Además, tuvo que lidiar con su alcoholismo y su amorío con Ellis. Por último, se nota que Richard de verdad amaba a su esposa. Meredith le pidió que la tranquilice con un momento feliz y lo que hizo fue contar uno en el que él y ella fueron muy felices: su matrimonio. Cuando muere Adele, Richard recrea esa escena durante el primer baile de bodas de Miranda y Ben: solos, vestidos de novios y bailando con el fondo de My funny Valentine.

Callie sale del clóset y nos ayuda a salir de él (T.11, E.5)

Alexandra Hernández, psicóloga feminista

Yo salía del clóset conmigo misma casi al mismo tiempo en que Callie Torres se dio también cuenta que le gustaba Arizona Robins. La entendí perfectamente: sentirte atraída por una mujer, querer tenerla cerca y enamorarte. Da miedo, sí. Pero da más miedo porque, a la vez, ves chicos por ahí y dices “también me gustan los hombres”. La necesidad de “elegir” se mete en nuestras cabezas y nos obliga a encajarnos en categorías.

Que Callie Torres diga la palabra “bisexual” hace muchísimo como forma de representación en tiempos en donde todavía existen dudas sobre si la bisexualidad existe o si es una fase. Las personas bisexuales somos una mayoría “silenciosa” debido a que no se habla sobre esta orientación de la misma forma en que se habla de la homosexualidad.

Para mí, como bisexual, ver a Torres reconocerse como tal, amar, besar, desear chicas y chicos en un programa tan masivo como Grey’s, fue muy significativo, debido a que yo misma ocultaba de cierta manera mis atracciones por miedo a que no se me tomara en serio.

Las y los bisexuales solemos ser representados con base en los prejuicios y ¡claro!, como Callie, muchos bisexuales a veces evitamos decir la palabra y preferimos ser asumidos como gays o lesbianas, pero cuando sale esta escena en donde Callie utiliza la palabra “bisexual” y hace referencia a la comunidad LGBTI, es un llamado de atención hacia los mismos gays y lesbianas, a respetar que existimos, a entender que no amenazamos su agenda y que somos tan queer como cualquier otra persona del espectro LGBTI. Es un espacio que también nos pertenece.

El premio a la resiliencia (T. 14, E. 7)

Aunque, en promedio, lloro una vez cada dos capítulos, creo que el Harper Avery de Meredith fue el primer evento de la serie que me hizo llorar de orgullo. Cuando se anunció su nombre, ella estaba en medio de una sala de operaciones, rodeada de la gente que la quería. Abrazó a Richard y luego a Miranda, sus figuras tutelares en esta vida. Desde la otra vino su mamá, y se dedicó a aplaudirla en la galería, junto a amigos y familiares. «Eres todo menos ordinaria, Meredith», había dicho su mamá diez años atrás, antes de morir. Aunque… ¿de verdad lo dijo? ¿O más bien Meredith lo inventó? Con la escena del premio, queda claro que no importa tanto quién fue Ellis como madre, porque lo que hizo es irremediable, sino cómo decide Meredith procesar y utilizar todo aquello. Decía Sartre: «Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él». Y una mujer, se entiende. Meredith es lo que hace con lo que hicieron de ella. Eso es exactamente lo que dice Jackson en su discurso:

La doctora Grey ha experimentado más pérdidas que las que muchos de nosotros consideraríamos justas. Perdió a su hermana menor, Lexie Grey, a quien le habría encantado acompañarnos esta noche. Perdió a su esposo, Derek Shepherd, quien sabía con absoluta certeza que llegaría esta noche. También perdió a su madre, la doctora Ellis Grey, quien ganó este premio dos veces, una de ellas como interna. […] Lo más increíble de Meredith es que asimila todas esas pérdidas, ese dolor, y lo convierte en un impulso. Un impulso para salvar vidas y mejorar las cosas.

Queremos que vuelvas a casa (T. 14, E. 10)

Ana Gamarra, publicista

Me enganché con Grey’s Anatomy desde el capítulo uno. Y en todo este tiempo he reído, llorado y me he identificado con las situaciones que vivían los personajes. De todas las temporadas, hay varios momentos de la serie que están grabados en mi mente, por lo reales o emotivos que fueron. Pero hay uno en particular que, al recordarlo, sacude mi alma por lo fuerte y triste del mensaje que nos deja. Es una escena del capítulo 10, temporada 14. Tuck, el hijo de la doctora Miranda Bailey, está delante de ella con las manos en la cabeza, diciendo su nombre y aprendiendo cómo debe comportarse si la policía lo llega a detener en algún momento. No ha cometido ningún delito, pero, al ser negro, pende sobre su cabeza una guillotina invisible de prejuicio que lo clasifica casi inmediatamente como delincuente: si cae, puede tener consecuencias nefastas, como el caso que se presentó en el hospital (y que fue el detonante para que Bailey y su esposo, Ben, tuvieran esa plática con el muchacho): un adolescente afroamericano que, al no tener llave de su casa, quiso entrar por la ventana, y fue encontrado así por la policía, que le disparó al cuerpo sin ninguna advertencia previa. Personalmente, ver esto me llenó de tristeza, rabia e impotencia. Qué injusto que muchas personas sigan siendo víctimas de prejuicios, sobre todo de las autoridades, quienes deberían velar por ellos y no atacarlos. Es doloroso que un niño tenga que saber que puede ser asesinado solo por su color de piel. Siento que la intención del capítulo y de Shonda Rhimes era justamente esa: causar que las personas tomen consciencia de una realidad aterradora a la que muchos se enfrentan.

La solidaridad y la traición (T. 14, E. 22)

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Aunque no encuentro el clip exacto, la anécdota es la siguiente: Meredith necesita utilizar, para su propio invento, un polímero patentado por Marie Cerone, a quien ella recordaba como una buena amiga de su madre. Sin embargo, cuando se lo pide, Cerone le pone una condición: que el método quirúrgico hasta entonces conocido como Método Grey pase a llamarse Grey-Cerone, ya que, según ella, el método había sido desarrollado por ambas. Luego de varias indagaciones, Meredith descubre que Marie Cerone decía la verdad. Y también descubre la razón por la que había sido marginada del proyecto (con el que finalmente Ellis Grey ganó el Premio Harper Avery): Cerone había sido acosada sexualmente por el millonario médico Harper Avery, presidente de la Fundación, y negarse a sus avances implicaba ser expulsada de todos sus satélites. La mamá de Meredith conocía esta situación y la dejó pasar.

El momento clave, para mí, llega más tarde: luego de pensarlo mucho, Meredith decide cambiar el nombre del Método y ampliarlo a Grey-Cerone. Ya no le sirve para su propio proyecto y no lo hace motivada ni por la necesidad y ni por el chantaje: lo hace porque sabe que tiene que hacerlo. Sin embargo, cuando se encuentra con Marie Cerone y esta intenta agradecerle el gesto, ella se lo impide. Meredith no pasa por alto que, aunque la demanda de Cerone era justa, esta había intentado imponerla sobre otra mujer usando el chantaje (un método tan bajo como la marginación que ella misma había sufrido) y trasladando a una hija la responsabilidad de su madre. Esta pequeña historia dentro del universo de la serie es otra evidencia del esfuerzo que hacen por imaginar a sus personajes como personas y no como meros discursos: Meredith aboga por la igualdad, la representa e intenta ser coherente con ella, y puede incluso que entienda a Cerone, sus motivaciones y su rabia, pero eso no la obliga a pasar la página y aceptarla.

Un poco de fe (T. 14, E. 23)

Mafer Flores-Montúfar, estudiante de Traducción

April y Jackson fueron grandes amigos y, luego, una buena pareja. Lo único en lo que nunca se pusieron de acuerdo fue en la fe, y esa pequeña diferencia (acentuada por la tragedia de la muerte del hijo de ambos) acabó con su relación: ella creía devotamente en Dios, como ningún otro médico del hospital, mientras que Jackson había hecho su vida sin preocuparse por su existencia. Por eso, el capítulo «Cold as Ice» me marca bastante. Jackson le habla a April mientras está inconsciente, le dice que cree en ella, que quiere creer y que lo hará por ella. Levanta la cabeza y dice: «Dios, si es que existes, no te la lleves. Haré lo que sea».  Y ella despierta momentos después. Al final del capítulo, Jackson ingresa a la capilla del hospital con su hija. Es de mis escenas favoritas porque creo que nadie es ajeno a estas situaciones en las que lo único que te queda es tener un poco de fe.