Pasajero Martes, 16 abril 2019

Las mujeres y el poder en Juego de Tronos

Título original: No se cayó, ellas lo tumbaron: las mujeres en Juego de Tronos

*Escribí este post unos días antes del estreno de la última temporada. Sin embargo, creo que el primer capítulo solo refuerza las ideas que aquí se plantean.

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Dos escenas

Basta comparar dos momentos: dónde estaban al empezar la serie y dónde están ahora. En el primer episodio, las mujeres ejercen roles tradicionales claramente definidos. La saga, recreación medieval de un continente imaginario (muy parecido a Europa), tiene a las mujeres donde uno se imagina que deberían estar en una historia como esta: una reina altiva pero secundaria, llegada al trono por vía del matrimonio y no de las armas; una madre amorosa, devota esposa del Señor de esas tierras; un par de niñas muy diferentes entre sí: la mayor educada para ser esposa del príncipe y contenta con ello; la menor inconforme con esos mandatos pero igualmente niña; inofensivas ambas. Al otro lado del mar crece una niña más: huérfana del rey asesinado, desterrada y fugitiva, depende de su hermano mayor, un adolescente sin ejército ni dinero, pero dispuesto a hacer violar a su hermana por todos los hombres que prometan llevarlo al trono.

Muchos años después de esta escena, y antes de empezar la última temporada, sobreviven cuatro de esas cinco mujeres. Cersei está sentada en el Trono de Hierro (es la primera mujer que lo consigue). Las hermanas Stark dirigen el Norte. Sansa es Señora de Invernalia y Arya, ahora una asesina implacable, es su mano derecha.

Daenerys Targaryen cruzó el mar, llevando con ella una legión de Inmaculados, esclavos liberados y guerreros dothraki: todos escogieron seguirla. La acompañan dos dragones adultos (bestias que se creían extintas) y los consejeros y aliados que ha acumulado en los últimos años.

No hay hilo de la historia que no pase por estas mujeres.

Por cierto, y ya que hablamos de roles tradicionales: al menos de momento, ninguna de ellas está casada ni tiene hijos. Como dice Natalia Molina para esta nota en Somos: “No estamos ante una serie que presenta a una pareja o a una esposa. La esencia de ellas apunta hacia otro lado”.

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Las mujeres son complejas porque son… personas

En 2012, un periodista le preguntó a George R.R. Martin, autor de la Canción de hielo y fuego, de dónde venía esa tendencia suya de crear personajes femeninos tan diversos y complejos. Martin respondió: “Es que para mí las mujeres son personas”.

La frase es irónica y certera. Un lastre todavía muy común (y no solo en la literatura popular) es la presencia de personajes femeninos acartonados, meros figurantes de la historia, creados muchas veces desde la percepción y la imaginación masculinas. Hace casi cien años, la escritora inglesa Virginia Woolf imaginaba que las diferencias de género en las visiones creativas desaparecerían conforme las mujeres ocuparan más y mejores espacios dentro de la literatura (y fuera de ella). Se ha avanzado mucho, pero estamos lejos de haber disuelto esas divisiones.

Eso ya marca una diferencia con Game of Thrones. En la misma nota de Somos, refiriéndose a los personajes femeninos de la serie, dice Regina Limo: “[Ellas] no están para acompañar: están para hacer. Eso es un gran aporte”.

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El poder de las mujeres en GOT no es fan service

Sí, la serie recurre bastante al fanservice (como cualquier producto masivo que se ofrece por entregas). Sin embargo, no puede entenderse el papel determinante que juegan las mujeres en la trama como un recurso para acomodar la serie a los nuevos tiempos, más favorables al feminismo y las luchas que este reivindica. Quizás sea, incluso, al revés. En la adaptación televisiva, varios personajes femeninos han atravesado peripecias no contempladas en los libros, algunas de las cuales, sobre todo las de marcado sadismo, ni siquiera tienen justificación narrativa (la brutalidad sexual de Khal Drogo o las violaciones que padeció Sansa Stark a manos de Ramsay Bolton). No hacían falta esas escenas para garantizar la evolución de los personajes. Pero ni siquiera esa propensión de la serie a caer en estereotipos (la violencia sexual contra una mujer como requisito para su empoderamiento) ha podido quitarle hondura a la versión televisiva de los personajes.

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Cada quien con su heroína favorita

Además de las protagonistas (las hermanas Stark, Daenerys Targaryen y Cersei Lannister), el elenco incluye a personajes secundarios de gran complejidad. Allí están Brienne de Tarth, Catelyn Tully, Yara Greyjoy y Olenna Tyrell. Incluso personajes con menor incidencia en la historia, como Margaery Tyrell, Missandei, Melisandre, Lyanna Mormont o la pequeña Shireen Baratheon aportan matices a la trama y la enriquecen. Sobre cualquiera de ellas falta escribir muchísimo y nunca será suficiente. Si quieres leer más sobre las mujeres en la saga, puedes revisar la nota de Somos que mencioné arriba, o este post que Regina Limo publicó al término de la sexta temporada.

Mi lealtad continúa con Sansa Stark. Hace un par de años, antes del estreno de la sétima temporada, publiqué este post sobre ella: si lo escribiera hoy, solo agregaría elogios. Aunque el timing del guion falló en la sétima temporada e hizo demasiado larga la tensión entre Arya y Sansa (que pudo haberse resuelto un par de capítulos antes) y demasiado predecible el juicio a Petyr Baelish, el discurso de Sansa en la condenación de Meñique vale cada palabra.

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Mujeres y poder

En Mujeres y poder. Un manifiesto, dice la historiadora Mary Bear:

Es habitual creer que las mujeres que ocupan cargos de poder están derribando barreras o apoderándose de algo a lo que no tienen derecho.

Parecen frases opuestas. “Derribar barreras” tiene, en nuestra idiosincrasia, una connotación positiva: los avances que se han alcanzado en materia de derechos pueden entenderse como un conjunto de obstáculos superados o barreras destruidas. En cambio, la expresión “apropiarse de algo a lo que no tienen derecho” se asume como propia de una visión conservadora, reaccionaria. Beard las usa como equivalentes porque el problema es el mismo: el acceso de una mujer al poder, para bien y para mal, es visto siempre como una intrusión. 

Beard, especialista en historia clásica, usa como ejemplo el correlato entre las mujeres griegas ficcionales y las reales. La mitología griega estaba poblada de mujeres fuertes, poderosas y complejas, mientras que en la realidad las mujeres atenienses no participaban del gobierno de la ciudad, no recibían la misma educación que los hombres y apenas salían solas a la calle (en Un cuarto propio, Virginia Woolf haría la misma comparación entre las heroínas creadas por Shakespeare y la realidad de las mujeres contemporáneas de Shakespeare). Las atenienses no participaban del gobierno de la ciudad, entre otras razones, a causa de esa visión de la mujer como usurpadora del poder, traidora y temperamental que provenía, precisamente, de los mitos. El candado que les impedía empoderarse era un perro mordiéndose la cola.

Es inevitable pensar cómo se construye en GOT la relación entre las mujeres y el poder. No se trata solo de cuántas han llegado a él o mediante qué vías (la herencia, el matrimonio o la guerra), sino, sobre todo, de cómo se configura el poder mismo:

No es fácil hacer encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, está codificada como masculina: lo que hay que hacer es cambiar la estructura. Y eso significa que hay que considerar el poder de forma distinta […] significa, sobre todo, pensar en el poder como un atributo o incluso como un verbo (“empoderar”) no como una propiedad.

Si obviamos el detalle de que, en la serie, todas las mujeres que aspiran al poder provienen de la casta privilegiada (condición que, por lo demás, comparten con los personajes masculinos), podríamos decir que sí, todas ellas han roto (a veces sin querer, pero normalmente queriendo) las barreras que les impedían llegar a él. Sin embargo, a punto de empezar la última temporada, nadie se sorprende de que estén donde están. Salvo quienes en todo ven “imposición feminista” o corrección política, los demás asumimos como lógico, con naturalidad, el protagonismo de las mujeres en esta historia. Nos sorprendería, más bien, que no fuera así.

¿Cuánto tiempo gozaremos de esa naturalidad? Si el Rey de la Noche acaba con el mundo conocido, pues no mucho. Pero si Poniente sobrevive, uno podría imaginar que, en el futuro de esa ficción (que ya no veremos por la tele), habrá más mujeres gobernantes, guerreras y consejeras, y que para ejercer esas funciones tendrán cada vez menos obstáculos que superar o barreras que derribar.

Cuando la serie acabe, con los ojos envenenados de naturalidad, miremos el mundo que nos rodea.

Final

¿Tiene sentido leer una saga como esta en función del papel que le ha dado a las mujeres? Claro que sí: cualquier producto cultural se puede leer desde cualquier esquina. Por cierto, aunque este post (a falta de herramientas teóricas) no proponga una lectura feminista de Juego de Tronos, es bueno recordar que el feminismo no solo es un movimiento político y social: es también una teoría literaria y, por lo tanto, una forma de leer literatura y ficción en general.

Si hiciera falta para entenderlo mejor, tomo prestadas las palabras con que Mary Beard cierra Mujeres y poder:

Existen infinidad de razones para adentrarse en la Odisea de Homero, y sería un crimen cultural si solo la leyésemos para investigar las fuentes originarias de la misoginia occidental: es un poema que explora, entre muchas otras cosas, la naturaleza de la civilización y la “barbarie”, del regreso a casa, de la fidelidad y de la pertenencia. Aun así, la reprimenda que Telémaco lanza a su madre Penélope cuando esta [siendo mujer] se atreve a abrir la boca en público es un acto que todavía hoy, en el siglo XXI, se repite con demasiada frecuencia.