literatura , Pasajero Jueves, 14 marzo 2019

¿Qué podemos esperar de la serie sobre Cien años de soledad?

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Captura del anuncio de la adaptación de Cien años de soledad que producirá Netflix

Todavía no queda claro si es una gran apuesta (o un disparate) llevar a Netflix una novela como Cien años de soledad. Sin embargo, con el solo anuncio de la producción, ya aparecieron entusiastas y detractores, y al parecer son más los últimos que los primeros. Esta vez, la discusión tiene valor en sí misma, porque no se ha limitado a la oposición estéril entre puristas y profanos.

Hay varios elementos que enriquecen la polémica: estamos hablando de una novela central del siglo XX, cuya adaptación al cine fue varias veces rechazada por su autor. Hasta ahora, Netflix no ha adaptado ninguna gran novela latinoamericana. Se pudo pensar en otras (no faltan candidatas), incluso en otra de García Márquez, pero se optó por la más emblemática de todas. Esa ambición es la que ha puesto en alerta a los fans de libro: sin historial previo, ¿qué podemos esperar de esta serie?

Sin embargo, también estamos hablando de otros tiempos: compañías como Netflix, Amazon, HBO o AMC han convertido a las series en el formato narrativo más exitoso del milenio, y en más de un caso han ofrecido productos que triunfaron tanto por su arrastre comercial como por su apuesta estética.

Aunque el debate abre varias líneas de discusión, quisiera concentrarme en cuatro puntos.

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Detalle de la edición de Cien años de soledad ilustrada por Luisa Rivera

UNO.

Ningún formato audiovisual parece tan adecuado para adaptar novelas como el de las series. Vargas Llosa sostiene que una característica de las grandes narraciones es su extensión. Hay excepciones: los cuentos, por supuesto, pero también novelas breves como Pedro Páramo, El perseguidor o El coronel no tiene quien le escriba; sin embargo, lo normal es que las obras maestras narrativas sean largas.

Por eso, ya es arriesgado adaptar novelas al cine: aunque la dirección y el guion sean novedosos, siempre estarán obligados a suprimir, reducir, mutilar la historia original para forzarla a caber en un tiempo mucho más limitado.

Pongamos como ejemplo un título del propio Vargas Llosa. La fiesta del Chivo (2000), la última obra maestra del Nobel peruano, fue llevada al cine por Luis Llosa en 2006. No es una mala película, pero está basada en una novela escrita con una cuidada estructura cinematográfica, y fracasa en la comparación. En el libro, Vargas Llosa juega con las perspectivas: desde el momento en que los verdugos del dictador se separan, la historia se abre en narraciones paralelas, yendo detrás de cada uno de los personajes como si los persiguiera con una cámara al hombro. Cada uno ve, siente y sufre cosas distintas, aunque el tiempo sea el mismo para todos. Nada de eso, sin embargo, ocurre en la película. En una serie de diez u once capítulos, con los tiempos, el presupuesto y los niveles de producción de ahora, quién sabe, se podría haber recogido con éxito esa estructura narrativa.

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Anuncio de la versión cinematográfica de La fiesta del Chivo (2006) dirigida por Luis Llosa

DOS.

Hace un par de años, escribí un post sobre algunas narraciones latinoamericanas que me gustaría ver adaptadas a la televisión. Incluí títulos de Vargas Llosa, Borges o García Márquez; en el caso del último, ya puestos a imaginar, creí más conveniente empezar no por Cien años de soledad sino por un libro de cuentos, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), que recoge historias derivadas o descartadas precisamente de esa novela. Me parecía un buen primer paso para entrar al universo narrativo de García Márquez. Pero, sobre todo, tuve en cuenta que con Cien años de soledad había un gran obstáculo que salvar: el lenguaje. ¿Cómo se convierte en lenguaje audiovisual la prosa de García Márquez? No estamos hablando ya del elenco, que siempre tendrá detractores, y tampoco de los efectos especiales (asunciones al cielo, levitaciones y fantasmas que hace apenas diez años habrían resultado paródicos y ahora son perfectamente posibles). El lenguaje de García Márquez, su vocabulario, su cadencia y su sintaxis, ¿podrían ser trasladados a su versión audiovisual o solo intentarlo es fracasar?

TRES.

El problema con Netflix es su irregularidad. Aunque ha producido adaptaciones y remakes interesantes (Alias Grace y Mindhunter, por ejemplo), no puede obviarse que en su catálogo abundan los despropósitos. Todas las adaptaciones live action de los animes han fracasado y enfadado muchísimo a los fans (Death Note sobre ninguna otra). El tránsito de los animes al live action es una evidencia de que no todo se puede convertir en serie. Todavía.

También es cierto que incluso las mejores producciones de Netflix ambientadas en América Latina, como Narcos, no han dejado de reproducir cierta visión exótica de esta región del continente.

Tanto la cantidad de proyectos fallidos como la perpetuación de estereotipos en sus producciones juegan en contra de la adaptación de Cien años de soledad.

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Cameo de la notable escritora canadiense Margaret Atwood en la serie Alias Grace, producida por Netflix en 2017, y basada en la novela que Atwood publicó en 1996.

CUATRO.

¿Le haría daño al libro que la serie sea mala? Honestamente, creo que no. La novela no perderá lectores (lo más probable es que gane varios, y varios más si contamos a quienes releerán el libro para criticar la serie con el recuerdo fresco de la novela). No me ha gustado ninguna de las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Vargas Llosa (ni siquiera La ciudad y los perros, a pesar del guion y las actuaciones de primer nivel), y eso no ha afectado un centímetro mi impresión sobre la maestría de esos libros. Creo que lo único que he pensado, en cada caso, es que se trataba de oportunidades perdidas. Nada impide, sin embargo, que más adelante vuelvan a adaptarse, en mejores condiciones, y logren no solo rendir un tributo a la altura de la fuente original, sino incluso, y esto es más difícil, alcanzar la autonomía: ser consideradas buenas o malas en sí mismas, más allá de los libros que las inspiran.