noticias , Pasajero Martes, 11 octubre 2016

#NiñasAlPoder: 10 niñas heroínas de la ficción

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#NiñasAlPoder. Ilustración de Sergio Alzamora / Plan Internacional

Hoy es el Día Internacional de la Niña. A partir de una iniciativa de Plan Internacional, y bajo el hashtag #NiñasAlPoder, las niñas asumirán hoy, en muchas partes del mundo, roles de poder que van desde la presidencia de la República hasta el encargo de algunos ministerios, así como el rectorado de universidades, la dirección de bibliotecas, compañías de bomberos, hospitales, centros de investigación científica, entre otros.

En Perú, por ejemplo, hoy tenemos a Leslie, una niña piurana, como ministra de la Mujer, y Yhanira es rectora de la Universidad de Piura. Algunos cargos más se irán sumando a lo largo del día, y ustedes pueden verlos aquí.

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La idea es recordarles a nuestras niñas (hijas, hermanas, sobrinas, ahijadas, vecinas, etcétera) que ellas también están llamadas a ejercer poder: gobernar, dirigir, decidir y representar. Es importante que sepan que existe esa posibilidad, y es importante trabajar como sociedad para que ser mujer no sea un obstáculo para alcanzar puestos de poder.

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En torno a esta fecha, he armado una lista de mis niñas heroínas de la ficción. La ficción nos representa, modela nuestra conducta, nos muestra cómo somos o cómo podríamos ser. Y muchas de estas niñas me han ayudado a aprender cosas, a entenderme mejor, y a proyectar cómo me gustaría criar a mis hijos cuando los tenga.

Es una lista personal y, por lo tanto, siempre incompleta: hacen falta muchos nombres, tanto de personajes sobre los que ya no pude escribir, por falta de espacio, como de los que conozco menos o, incluso, de aquellos cuyas historias conocí mientras armaba esta lista. Entre las ausentes están, por ejemplo, Mérida (de Valiente), Mulán, Matilda, Lilo, Elsa (de Frozen), la pequeña Olive de Little Miss Sunshine, y también las chicas de Sailor Moon, especialmente Sailor Mars, de quien Mayra, mi esposa me ha hablado con verdadero cariño.  Que el post sirva, en todo caso, para que tú recuerdes a tus niñas heroínas.

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Hermione Granger

Hermione es hija de muggles, humanos que no tuvieron nunca relación con la magia y, por tanto, una sangre sucia (término que se opone al sangre pura que designa a los magos nacidos de magos). No tiene precedentes ni apellidos, ni la respalda una leyenda como la que precedía a Harry Potter. Esta condición la enfrenta muchas veces a la subestimación, la condescendencia, la desconfianza y, en algunos casos, el simple desprecio. Así las cosas, todo lo que tiene le pertenece por mérito propio, y no por ningún tipo de herencia (dinero, linaje, clase social, etcétera).

Inteligente, aguerrida y valiente, lectora voraz, respetuosa de las leyes por principio más que por temor, Hermione es, según J. K. Rowling, una proyección de sí misma y de su propia consciencia feminista.

El texto completo sobre Hermione Granger, aquí.

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Mafalda

La edición del primer libro en italiano de las tiras de Mafalda, que se llamó Mafalda la contestaría (1968), estuvo a cargo de Umberto Eco. En el texto introductorio, dice así:

Mafalda no es solamente un personaje de historieta más; es, sin duda, el personaje de los años setenta. Si para definirla se utilizó el adjetivo “contestataria”, no es sólo para alinearla en la moda del anticonformismo. Mafalda es una verdadera heroína “rebelde”, que rechaza el mundo tal cual es.

Nadie niega que las historietas (cuando alcanzan cierto nivel de calidad) asumen una función cuestionadora de las costumbres. Y Mafalda refleja las tendencia de una juventud inquieta que asume aquí la forma paradojal de disidencia infantil, de esquemas psicológicos de reacción a los medios de comunicación de masas, de urticaria moral provocada por la lógica de la Guerra Fría, de asma intelectual causada por el Hongo atómico.

Ya que nuestros hijos van a convertirse -por mérito nuestro- en otras tantas Mafaldas, será prudente que la tratemos con el respeto que merece un personaje real.

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Helga G. Pataki

El moño y el vestido rosados, que parecen más bien una imposición familiar, no pueden ocultar la personalidad de una niña que no se adapta a los estándares femeninos. Helga descubre pronto que el mundo que la rodea está hecho para hombres: el barrio, la escuela, los juegos en la calle, los grupos de amigos. Su carácter poco amigable es necesario para saltar esas barreras que se le imponen, precisamente, por ser niña.

La sombra de su hermana Olga, la niña perfecta, la persigue, y se muestra como el camino ya trazado que su padre la anima a seguir. Ella se debate entre complacerlo (cosa que podría intentar, porque tiene condiciones para hacerlo) o ser ella misma, por difícil que sea.

Entre sus compañeros, no tiene mayor competencia: Harold es probablemente más fuerte, pero ni siquiera la mitad de inteligente que ella, y tanto Arnold como Gerald (que tampoco son tan inteligentes como Helga) han asumido muy bien sus papeles secundarios dentro del grupo.

Y porque nunca es suficiente complejidad, Helga piensa en Arnold, el niño cabeza de balón al que maltrata en público pero ama en secreto. La infinita ternura de su amor parece responder a esta declaración de la escritora Kate Millet: “El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos.” Quizá por eso, entre otras cosas, Helga Pataki ama en secreto.

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Bulma

Al empezar Dragon Ball, Bulma tiene dieciséis años y ha decidido satisfacer su capricho de adolescente rica: reunir las esferas del dragón y pedirle un novio a Shen Long. Ya entonces, pueden notarse en ella algunas habilidades particulares. No es solo heredera de Capsule Corp, el imperio de inventos y progresos científicos de su padre, sino que, además, es una de las integrantes más brillantes del equipo. También es aventurera y decidida, características que no se reducirán, mucho más adelante, con el amor, el matrimonio o los hijos.

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La pequeña Lulú

En Mira por dónde, su autobiografía, Fernando Savater recuerda sus felices lecturas de infancia de los tebeos o cómics. Dice, de La pequeña Lulú:

En cuanto a Lulú… ¡ah, Lulú, reina sin corona de la travesura consciente por encima de Toby, que la amaba sin saberlo, y el resto de los chicos que trataban de marginarla por su sexo! Con el mayor respeto para el admirado Quino, ni Mafalda ni nadie han podido compararse para mí a Lulú, que escribía sus anotaciones cotidianas empezadas por un «Querido Diario» y se enfrentaba de vez en cuando a su reverso oscuro, la brujita Ágata con su risa de hechicera pueril: ¡cacle, cacle! Cuando medio siglo después he leído las aventuras de Harry Potter, siempre me he imaginado a la concienzuda Hermione Granger con los tirabuzones de «mi» Lulú.

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Lily Tucker-Pritchett

En el primer capítulo de Modern Family, los esposos Cam y Mitchell presentan en familia a Lily, la bebé vietnamita a la que acaban de adoptar. Con un discurso más bien austero, Mitchell prepara a la familia para la noticia. De pronto, se apagan las luces y suena la misma canción que ambienta la escena en que Rafiki presenta al recién nacido Simba, en El Rey León. Cam imita la secuencia, vestido con una bata colorida, ingresa a la sala con Lily en brazos, y una luz los ilumina.

Siempre creí que la escena se justificaba en la necesidad de exponer las diferentes personalidades de la pareja: por un lado, la sobriedad de Mitchell y, por otro, la excentricidad de Cam. Pero ahora pienso que también sirve para presentar a Lily, y para que Lily conozca el que en adelante será su reino. Es, digamos, una relectura de esa presentación, destinada a los herederos hombres (o machos) a los que se enseña el mundo que habrán de gobernar. Lily, de mano de sus padres, toma ese lugar.  Y vaya que lo hará: conforme avanzan las temporadas, Lily gana en fuerza e ironía, y su personaje se robará la atención siempre, por pequeña que sea su escena.

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Sansa, Arya, Dany, Lyanna, Shireen: las niñas de Juego de Tronos

Evidentemente, el primer nombre que se impone es el de Lyanna Mormont, señora de la Isla del Oso: sus palabras y su autoridad pesan el doble en ella, que ronda los diez años de edad.

Sin embargo, no es la única niña de la saga. Allí están, también las hermanas Stark. Al empezar la historia, Sansa tiene once años y Arya, su hermana menor, tiene nueve. Sansa, criada para ser esposa del algún importante señor, aprenderá, con sufrimientos atroces, que la vida no es como decían las canciones de los trovadores. En ese proceso, deberá enfrentar la educación que recibió, la forma en que le enseñaron a ver el mundo, los deseos que le insertaron desde pequeña, el papel secundario que le asignaron para participar de su propia vida.

Arya, en cambio, es una niña rebelde contra todo eso que su hermana ha aceptado de buen grado. Ve con envidia cómo sus hermanos reciben educación para la batalla, mientras se aburre mortalmente con las lecciones de modales y costumbres para damas. Los trastornos de su historia familiar la llevarán a ser guiada por tres maestros distintos, que le enseñarán a defenderse, a madurar en la desconfianza y a encontrarse a sí misma.

Cuando empieza Juego de Tronos, el primer libro de Canción de hielo y fuego, Daenerys Targaryen tiene apenas 13 años. Su vida, hasta entonces, se compone básicamente de huidas y refugios, arrastrada por la paranoia de Viserys, su hermano. Ha escuchado hablar todo el tiempo de un reino, así como de fortalezas y lujos de los que no tiene memoria. En su afán por recuperarlos, Dany será usada como mercancía por su hermano, y allí empezará la historia de Daenerys de la Tormenta, La que no Arde, Rompedora de Cadenas, Madre de Dragones, Khaleesi de los dothrakis y la primera de su nombre.

Y no podía dejar de mencionar en esta lista a Shireen, hija de lord Stanis Baratheon. Shireen es la inocencia encarnada, y es también generosa, amable y encantadora, características todas inexplicables en alguien que ha tenido unos padres como los suyos.

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Juliana

En este post, dice Regina Limo:

Juliana no es cualquier tipo de niña. Siempre está dispuesta a combatir cualquier adversidad. Para enfrentar estos peligros (la calle, los otros chicos) se viste de hombre, es decir, se trasviste, en la mejor tradición de la Monja Alférez. Se enfrenta a un mundo de adultos que explotan a niños para su beneficio, empezando por su propio padrastro, de quien se venga de formas sutiles pero inteligentes.

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Lisbeth Salander a los 13 años

En Los hombres que no amaban a las mujeres, el primer volumen de Millennium, Lisbeth Salander está en la mitad de la veintena. Sin embargo, su historia empieza mucho antes, y tiene un quiebre particular a los 13 años, cuando ocurre Todo lo Malo. A esa edad, Lisbeth ya ha experimentado un conjunto de atrocidades que modelaron su conducta, ha sido testigo de maltratos y abusos, y ha decidido actuar: allí, en su historia personal, se encuentra el germen de todas sus rebeldías. Esto le permitirá conocer de cerca la miseria humana y, asimismo, los podridos mecanismos de poder de las instituciones que, se supone, debieron velar por ella. No sería justo hablar de la despiadada y brillante investigadora que será luego sin recordar quién fue, cómo actuó, qué pensó y qué hizo cuando era solamente una niña.

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Maddie Ziegler como alter ego de Sia

La biografía profesional de Maddie Ziegler (bailarina, actriz, modelo) es ya bastante extensa a sus catorce años, y no es mi intención resumirla en este post. Me gustaría quedarme solo con el personaje que Maddie representa en los videos, conciertos y presentaciones de Sia, la maravillosa cantante y compositora australiana.

Chandelier es el primer videoclip de Sia en que aparece Maddie Ziegler, y es también la confirmación de la nueva propuesta audiovisual de la cantante. En adelante, Sia atenuará su presencia en los conciertos y presentaciones públicas: usará pelucas que le cubran el rostro y se ubicará en los márgenes del escenario para que al centro se desarrollen las performances. Asimismo, dejará de aparecer en los videoclips. Esta decisión, que es también una trampa para evadir su timidez, dejará a Maddie Ziegler frente al público: ella será su rostro y su cuerpo. Maddie es la loca de la casa, la imaginación que baila, se retuerce, llora y grita en la cabeza de Sia. Es increíble verla representar en vivo la desesperación, la paranoia y la soledad, y luego, al término de la canción, sonreír al público con la sonrisa de una niña de catorce años.