Pasajero Jueves, 15 septiembre 2016

Modern Family: en defensa de la familia

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Marcha por la Familia en México. Imagen de noroeste.com.mx

En mayo de este año, el gobierno de México propuso legalizar el matrimonio igualitario en todo el país. La propuesta no ha sido bien recibida por parte importante de la población que, el último fin de semana, protestó contra ella. Sectores conservadores de la sociedad civil, así como organizaciones religiosas, condujeron una manifestación nacional, replicada en 19 estados de la República, que convocó a cientos de miles de personas: una imponente declaración del poder por mayoría.

La protesta buscaba evidenciar que millones de mexicanos se oponen, todavía, tanto al matrimonio igualitario como a la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo. Como vemos, decidir “por mayoría” cuáles deberían (y no deberían) ser los derechos de otros no es una idea original del cardenal Cipriani.

De los sectores conservadores, así como del papel de la Iglesia en decisiones de Estado, ya poco me sorprende. Lo que sí me parece curioso es el despropósito de llamar a esa manifestación Marcha por la Familia. Es decir, marcha a favor de la familia… Al contrario, ¿no? Es como si se hubiesen esforzado por señalar precisamente aquello que NO están haciendo.

Porque, a ver, ¿a quién se le ocurre defender, a estas alturas, la idea de que la familia se compone únicamente del combo papá-mamá-hijitos, y que todas las demás combinaciones son ilegítimas?

Bueno, a un montón de gente se le ocurre. A pesar de todas las evidencias, a pesar de las familias tradicionales podridas por dentro que todos conocemos, a pesar de la enorme cantidad de familias a nuestro alrededor que no se adhieren a ese modelo (entre las cuales, muchas veces, podemos incluir a la nuestra), a pesar de que nos demos a diario contra la realidad, seguimos negándola.

Yo sí creo que es necesario defender a las familias, ponderarlas como base de la sociedad y buscar mecanismos que las promuevan y las protejan. Creo, además, que las familias son instituciones importantes, responsables de aspectos fundamentales en el desarrollo de las personas: el primer paso en la construcción de ciudadanía y la placenta afectiva que alimentará a los niños y los preparará para cuando salgan de casa. No digo que eso ocurra efectivamente y en todos los casos, es obvio que no es así: me refiero a que eso es lo que cabría esperar de las familias y que por eso, por lo que determinan en nosotros, son importantes.

Entonces, si todos apoyamos a la familia, ¿cuál es el rollo? Esta ilustración de Pictoline lo explica muy bien:

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Imagen de Pictoline

No se trata, entonces, de las familias. No se ha marchado para acogerlas y promoverlas, sino para marcar una barrera que separe a las puras de las impuras. Y el único criterio para la división ha sido, por supuesto, que se cumpla con el cuadrito papá-mamá-hijos. Nada parece importar tanto como eso.

He verificado lo que estoy diciendo con comentarios y publicaciones de Internet, pero lo intuía. Porque el rollo es exactamente el mismo que tienen, en nuestro país, páginas como Parejas Reales, que es una promoción desvergonzada de la ignorancia y la maldad, dos veces perversa porque quiere hacerse pasar por respeto y amor al prójimo.

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Imagen de posterparty

Por eso quería hablar un ratito de Modern Family, una de mis series favoritas. No solo es brillante y muy divertida (ha ganado el Emmy a Mejor Serie de Comedia durante cinco años consecutivos, entre 2010 y 2014), sino que, al verla, podremos ir dándonos cuenta de algo que suele pasarse por alto en las manifestaciones pro-familia.

Modern Family cuenta la historia de tres familias, que son una a la vez porque el abuelo Jay Pritchett es papá de Claire y de Mitchell. Claire está casada con Phil y tienen tres hijos. Mitchell es novio de Cameron y acaban de adoptar a Lily, una bebé vietnamita. A su vez, Jay se ha divorciado de la madre de sus hijos y está casado con Gloria, una migrante colombiana. Juntos, Jay y Gloria crían a Manny, el hijo púber que ella tuvo en un matrimonio anterior.

Los capítulos, presentados como parte de un falso documental (cámara al hombro, entrevistas a los protagonistas), trabajan circunstancias propias de una comedia de situaciones: la escuela de los chicos, las relaciones de pareja, los dramas y las gracias de la educación, las diferencias generacionales, la formación en valores, el choque de personalidades, el descubrimiento del amor, etcétera. La fórmula, aunque sencilla y varias veces revisada, o quizá por eso mismo, funciona perfectamente.

Como en toda serie familiar (piensen en Tres por tres o El príncipe del rap) hay una carga emotiva, pero aquí está inteligentemente atenuada por un humor mucho más dinámico que el de las series noventeras que llegaban a la televisión abierta de nuestro país.

Y, sin embargo, Modern Family no escatima en reflexiones sobre la familia: qué es, para qué sirve, cuándo hace falta, por qué es importante, qué rol cumplimos en ella, etcétera.

Evidentemente, la serie no se da abasto para representar todos los tipos de familia (pobres, ricas, sin hijos, latinas, musulmanas, sin vínculos sanguíneos, compuestas solo de amigos, o de tíos y primos, etcétera). Tampoco hay reales problemas económicos, pobreza, violencia. El contexto permite que los padres puedan supervisar a sus hijos, acompañarlos en su crecimiento, prestarles atención y comunicarse con ellos. Pero esa es precisamente la clave: más allá de los condicionantes, lo ideal sería que todas las familias pudieran garantizar eso para sus miembros: atención, cobijo, comunicación, formación, reglas claras, confianza, soporte emocional y amor. Mucho amor.

Para todos nosotros, aunque provengamos de familias unidas, es evidente que el lazo sanguíneo no garantiza ese contexto. Es evidente también que las estructuras tradicionales no responden a las dinámicas actuales, y que no tiene sentido forzar que las familias se compongan de un número de miembros, de roles únicamente nominales que, en la práctica, no existen.

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Cam, Lily y Mitchell

Se trata de amar, al final. Como se aman Cam y Mitchel, como aman a su pequeña Lily.  Y se trata, también, de querer amar: querer comprender al otro, entenderlo, prepararte para acompañarlo o para guiarlo. Mi esposa y yo hemos visto todas las temporadas de la serie que están en Netflix en estos casi dos años que llevamos casados. Y aunque nos reímos y lloramos en cada capítulo, y mientras reímos y lloramos, intentamos aprender de Mitchell y Cam.