noticias , Pasajero , violencia Martes, 9 agosto 2016

¿Qué hacemos los hombres en #NiUnaMenos?

Como sabes, el sábado 13 de agosto se realizará la Marcha Nacional #NiUnaMenos. Hace semanas que cientos de mujeres en el Perú (así como grupos de peruanas en el exterior) vienen organizando este evento, que será una de las manifestaciones colectivas más importantes de los últimos años.

A pesar del consenso que esta iniciativa ha generado, ya han ido apareciendo algunas oposiciones (en tribunas ya conocidas, de las que no podía esperarse menos). Como discutir allí es como hablarle a la pared, prefiero dirigirme a quienes, en principio, están de acuerdo con #NiUnaMenos, pero tienen sus dudas. Especialmente a los hombres que respaldan la iniciativa pero cuestionan la organización de la marcha, así como el fin que esta persigue, el discurso que utiliza o las manifestaciones que promueve.

He recogido algunas de esas dudas. Las respuestas las he tomado, casi todas, de personas a las que sigo en Internet (contenido elaborado o compartido por ellas). Estas respuestas son opiniones con las que yo coincido, pero son eso, opiniones, así que están aquí para ser discutidas y enfrentadas.

[Eso sí, para que el asunto funcione, es conveniente partir de una base. Por ejemplo, esta conversación no tendrá ningún sentido si seguimos creyendo que el feminismo es el machismo pero al revés, o que existen las hembristas o feminazis. Me refiero a que hacer afirmaciones como esas evidencia, por un lado, que ni siquiera hemos paseado por Wikipedia antes de decir lo que estamos pensando, y por otro, que confiamos más en nuestro sentido común que en la información que está a la mano, las investigaciones, los estudios y los testimonios, que hace rato están tocándonos la puerta].

Quizá el primer paso sea ese: dudar de nuestro “sentido común”, de eso que creemos saber pero sobre lo que nunca hemos averiguado nada; dudar también de lo que nos han enseñado, de la posición desde la que opinamos, etcétera.

Ahora sí, empezamos.

Si se trata de combatir la violencia, ¿por qué mejor no decimos NADIE MENOS? ¿Por qué no combatimos TODO tipo de violencia?

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Parejas Reales, nunca espero nada de ti, y aún así consigues decepcionarme.

#NiUnaMenos NO es una marcha por la paz mundial. La violencia específica que se combate es la que se ejerce contra las mujeres. Eso no quiere decir que las otras violencias no importen o que importen menos, sino que este no es, de momento, su espacio. Este problema, el de la violencia contra las mujeres, suele meterse en un saco con todos las demás (la delincuencia, el narcotráfico, la pobreza) y allí se hace invisible.

Cuando insistimos en que es mejor decir TODOS que TODAS, que en vez de Ni Una Menos deberíamos decir NADIE menos, estamos ocultando, tras un montón de problemas que aquejan al mundo, el problema específico sobre el que las mujeres se están pronunciado. Y así, en vez de respaldarlas, intentamos adueñarnos de su iniciativa, manipulándola, ocultándola y convirtiéndola, al final, en un pliego de reclamos infinito y gaseoso, que habla de todo y no está diciendo nada.

En cambio, que el problema tenga un espacio propio (y sea señalado de manera específica) es una forma de colocarlo a la vista de todos, para que lo reconozcamos y entendamos su dimensión.

Otra cosa: no puede hablarse de violencia contra las mujeres y contra los hombres como si fuera lo mismo PORQUE NO ES LO MISMO. No es lo mismo nacer mujer que nacer hombre en este país: las estadísticas de violencia no son, ni por lejos, las mismas; el sistema en que vivimos no actúa igual con las mujeres que con los hombres, no les exige lo mismo, no los juzga igual, no impone para ambos las mismas leyes de conducta ni de realización personal.

Además, hay algo interesante aquí: como dicen Eliana Carlín y Regina Limo, este afán por aglomerar las causas es bastante selectivo. Cuando alguien decide manifestarse por los niños enfermos, nadie exige que se incluya también a los adultos enfermos. A quien hace campaña contra el cáncer de mama, nadie le impone que también hable del sida y la tuberculosis. ¿Cuándo empezamos a pedir que se luche contra todo a la vez (es decir, contra nada)? Cuando, en el fondo (y a veces no tan en el fondo), rechazamos aquello por lo que originalmente se protestaba, y buscamos una excusa para atenuar la atención que recibe.

Piensa en la unión civil y el matrimonio igualitario: cuando se marchó por estos asuntos, ¿no te diste cuenta de que mucha gente empezó, de pronto, a preocuparse por los niños del África y por los verdaderos problemas de nuestro país? “Cómo vas a marchar por eso cuando hay niños que se mueren de hambre”, “Hay asuntos más urgentes”, etcétera. ¿Hicieron algo antes para combatir esos males? ¿Después, quizá? No. Ni mierda. Solo querían hacer bulla para distraer.

Sobre esto, dice Eduardo Adrianzén:

[…] La protesta-marcha, es contra la violencia específica a la MUJER. La MUJER, no el mundo en general. No violencia contra los niños, los viejitos, los gays, los animalitos y los refugiados de Siria. No. NO. Es un tema muy puntual; de género: como eso empezó. Pero entre tanto machismo «inclusivo»… ¿saben qué? Van a acabar acollerándose los fachos de la marcha por la vida, los anti-aborto, los «chapa tu choro», Butters y cuánto impresentable existe.

Alucinante cómo la violencia contra la mujer llega a este grado. Alucinante.

¿Cómo va a decir Indira Huilca que este es un “país de violadores”? ¿Acaso TODOS LOS HOMBRES DEL PERÚ somos violadores? Decir eso es ofender a los hombres

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La congresista Indira Huilca se refería a las declaraciones del cardenal, quien afirmó que “las estadísticas nos dicen que hay abortos de niñas, pero no es porque hayan abusado de las niñas, son muchas veces porque la mujer se pone como en un escaparate, provocando”. Ante este disparate, por el que el cardenal ni siquiera se ha disculpado, Huilca respondió: “Nadie tiene derecho de abusar de una mujer. No hay justificación válida. Cipriani hace apología a la violencia en un país de violadores”.

De pronto, el rechazo general contra las declaraciones de Cipriani se volcó hacia Huilca: ¿por qué generaliza? ¿acaso todos somos violadores?, etcétera. He recogido algunas respuestas a estos reclamos:

Dice Nani Pease:

Entiendo que muchos hombres no son violadores. Por supuesto que no. […]

Entiendo eso, pero puedo entender que cuando alguien dice: «El Perú es un país de violadores» está haciendo una generalización. ¿Sobre la base de qué? De las estadísticas. ¿Cuales? Esas que dicen que 6 de 10 o 7 de 10 mujeres son abusadas.

¿Te quedó claro?

¿Tú estás en esos 3 que no violan?

GENIAL.

Pero no puedes decir por eso que no hay una mayoría que sí lo hace.

Entiendo que te duela, que te ofenda, que te haga sentir mal y que no sea tu culpa. Y que se sienta injusto que le digan a todo tu género «violador». ¿Entonces? Lucha con nosotras. No obstruyas. No juegues al ofendido. 

Dice Jimena Ledgard:

A ver, ayúdenme a entender. ¿O sea que sí yo digo «Perú, país de delicias gastronómicas» van a saltar todos molestísimos a recordarme que hay casas donde se cocina fatal y restaurantes que son una estafa?, ¿y si digo «Perú, país de músicos y cantantes» otros van a salir a increparme que la mayoría es desafinada? Y, no sé, ¿qué pasaría si digo «Perú, país de huacas centenarias»?, ¿saltarán los arquitectos a reclamar por las casonas coloniales y los nuevos edificios que se levantan por toda la ciudad? ¿O es que ahí sí se entiende sin problemas el sentido de la expresión? Ya pues.

En esa misma línea va Regina Limo:

– Perú, país de analfabetos.

– Puta, sí, por eso hay tantos fujimoristas, ‘on.

– Perú, país de rateros.

– Puta, sí, todos los gobiernos roban ‘on.

– Perú, país de violadores.

– OE OE OE OE CÓMO VAS A GENERALIZAR ASÍ.

El politólogo Steve Levitsky señala que incluso son necesarias las generalizaciones, cuando se quiere resaltar la gravedad de un problema:

[…] Cuando dicen que EEUU es un «país de racistas», eso también es una exageración, pero es una manera de expresar la idea (que comparto) de que el racismo sigue siendo un serio problema en los EEUU. Algunos dicen que una frase como la de la congresista Huilca es contra-productivo, pero no creo. Ha hecho exactamente lo que Huilca pretendía: llamó la atención a un tema que necesita más atención.

Algunas de las estadísticas que sostienen la afirmación de Indira Huilca se encuentran en este post de Laura Grados.

¿Por qué no escuchan mis consejos? ¿Por qué no me prestan atención? ¿Por qué no se dejan ayudar?

Oyemathias

Caricatura de Oyemathias

Porque #NiUnaMenos no es sobre nosotros, los hombres. Podemos haber presenciado situaciones de violencia, podemos haber escuchado o leído testimonios al respecto, podemos haber crecido en hogares donde la violencia contra las mujeres era común. Podemos haber estudiado casos y realizado investigaciones al respecto. Podemos, incluso, asumirnos feministas. Y aún así, no sabemos realmente lo que es, lo que se siente. No lo sabemos. Ni siquiera el temor a que nos asalten en la calle puede compararse a esto: el acoso contra las mujeres es mucho más común que los asaltos en las calles de nuestro país y está mucho más normalizado. Todos los días, a cada rato, en todas partes. Y el acoso, ya sabemos, es solo la punta del iceberg: lo que no se ve, lo que no se sabe es todavía peor.

Entonces, ¿qué podemos decir nosotros? ¿Qué podemos recomendar? ¿Cómo hemos reaccionado con una iniciativa como esta? Ya lo hemos visto: “NADIE menos”, “¿Acaso TODOS somos violadores?”.

¿Qué ocultan esas reacciones? El temor a que, en la marcha y después de ella, más mujeres descubran que sí, efectivamente, no todos los hombres somos violadores, pero vivimos cómodamente en una sociedad que permite esos crímenes; que gozamos de ciertos privilegios, que subordinan a las mujeres, y sobre los que no tenemos ninguna objeción; que ridiculizamos a las mujeres que cuestionan estas cosas; que repetimos prejuicios sin reparar en ellos, que nos creemos con derecho a opinar sobre sus cuerpos, sus conductas, sus vidas (y, a veces, a decidir sobre ellos); que solemos renunciar a discutir con ellas porque “a la mujer no hay que comprenderla, solo amarla”, que, después de todo, tenemos responsabilidad en mantener esta cadena, que empieza normalizando formas imperceptibles de machismo, y termina en el acoso, los golpes, la violaciones y las muertes de mujeres.

¿Qué podemos hacer nosotros?

Mirarnos, prestar atención: cuestionarnos. Nada nos sorprenderá tanto, nos afectará tanto y servirá tanto a la causa como eso, que nos cuestionemos. Es más importante que conocer las terribles historias de violencia que han padecido y padecen las mujeres que nos rodean, más importante que nuestra presencia en la marcha, más importante que lo que hagamos para ayudarlas y comprenderlas. Lo que realmente importa es lo que hagamos desde nuestro lugar, lo que cambiemos en nosotros y en nuestro entorno más inmediato. Es una tarea más modesta y menos visible, pero es allí donde nuestra participación es verdaderamente importante.

Luego de eso, si queremos marchar, adelante. Si queremos apoyar en la organización, mostro. Pero debemos hacerlo recordando que la marcha no es nuestra, que no nos corresponden el protagonismo ni el liderazgo, y que tratar de tomar esos lugares no solo es inútil, porque no ocurrirá, sino que además es un despropósito que se opone a los objetivos que decimos apoyar.

¿Y el piquete de hombres con falda? ¿No es acaso un gesto de solidaridad?

Entiendo que muchos chicos se han adherido, con la mejor intención, a la iniciativa de llevar faldas el día de la marcha. Asimismo, no tengo ninguna autoridad para determinar cuáles formas de participar en #NiUnaMenos son legítimas y cuáles no.

Sin embargo, creo que en este caso es bueno preguntarse qué razones nos llevarían a usar faldas para mostrar solidaridad. En principio, no parece un gesto realmente arriesgado o trasgresor. Me refiero a que, protegidos por el contexto de una marcha como esta, ninguno de los hombres que se ponga una falda será insultado, acosado u hostilizado. Nadie cuestionará su masculinidad ni buscará agredirlo. Ninguno vivirá, ni siquiera de manera simbólica, lo que tienen que vivir las mujeres cada vez que salen solas a la calle, todos los días, sin grupos que las protejan o les garanticen tranquilidad.

Entonces, si el símbolo no nos transfiere ninguna de esas dificultades, si resulta ser solo un adorno, ¿para qué lo usamos? ¿Qué buscamos con él?

Aunque no sea el objetivo, una consecuencia podría ser que llamemos demasiado la atención. Que, de pronto, dirijamos la atención hacia nosotros, en una marcha que no es nuestra. Porque, ya sabes, cada vez que un hombre realiza una actividad o replica una conducta socialmente asignadas a las mujeres, nos convertimos inmediatamente en sujetos valientes, modernos, arriesgados (“mira, ayuda a lavar los platos a su esposa”, “los domingos él hace las compras”, “qué sensible, mira cómo llora”, “qué progre, se está poniendo una falda para apoyar”).

Esa forma de pensar (machista, por cierto) es terrible pero está bastante extendida. ¿Cómo la combatimos? Bueno, quizá una manera sería no promoviéndola innecesariamente. ¿Tiene algún valor real que llevemos las faldas este sábado? ¿Significa algo? Por otro lado, ¿corremos el riesgo, con esta iniciativa que es esencialmente decorativa, de distraer la atención sobre lo que de verdad importa?

Tenemos muchísimo que aprender de #NiUnaMenos. No perdamos la oportunidad.