¿En serio el pasado era tan chévere? y otras preguntas de fin de año

Miguel Flores-Montúfar
@mfloresmontufarEn verdad es una cadena: pasa algo malo, y entonces se mira al pasado con nostalgia. Y entonces se culpa a los jóvenes de las crisis actuales. Y entonces se mira el futuro sin ninguna esperanza. Creo que el fin de año, la inminencia de las elecciones y la fiebre Hildebrandt-Denegri han despertado nuevamente esa cadena: crisis, pasado maravilloso, jóvenes culpables, el Apocalipsis.
Lo que sigue es un remix de documentos (artículos, conferencias, entrevistas, discursos, vídeos, imágenes, canciones y poemas) que intervienen en esa discusión: ¿en serio el pasado era tan chévere? ¿los jóvenes tienen la culpa? ¿existe un futuro? ¿depende de nosotros hacernos, como personas o como sociedad, un destino? ¿tenemos esperanza? ¿desapareceremos? ¿qué nos queda?
A ver qué sale.
Hasta el próximo año, Pasajero. Que el viaje (en combi) valga la pena.
1. El pasado era una mierda
Por su extensión, no puedo copiar íntegro el brillante artículo de La pizarra de Yuri que lleva el mismo título que este apartado: El pasado era una mierda. Su autor, Antonio Cantó, explica por qué es mentira eso de que “todo tiempo pasado fue mejor”: habla de la poca esperanza de vida, de las enfermedades y epidemias que torturaban la vida humana y arrasaban con poblaciones enteras; habla también de los peligros que había en torno a la alimentación; habla, finalmente, de la tiranía y la superstición, y del abuso (justificado por religiones y leyes) que se ejercía contra mujeres y diversas minorías. El artículo abunda en ejemplos y recorre varios episodios históricos. Y creo que cumple su objetivo.
2. Siempre serán malos tiempos
En una entrevista sobre el pesimismo, el vitalismo y el progreso, dice Fernando Savater:
En todas las épocas se ha tenido la sensación de que tan malo como entonces nunca ha sido el mundo. No existe una etapa en la que se haya pensado que todo el mundo era inteligente, bueno y honrado. Jamás se ha dado eso. Las quejas se han repetido una y otra vez. Borges tiene un cuento, que viene al caso, donde habla de un antepasado suyo y dice: “le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”. Ante la frecuente impresión de haber tenido en nuestra vida la mala suerte de conocer a mucho sinvergüenza, a mucho idiota, sólo tenemos que mirar al pasado, al siglo XVI, por ejemplo, para comprobar que ese tipo de gente existió en la misma medida, que entonces tampoco toda la gente era estupenda. Y en cuanto a los políticos y la corrupción, que tanto nos escandaliza ahora, tenemos que saber que desde siempre, desde los griegos, ha habido corrupción.
3. Los jóvenes nos reflejan
(Esta viñeta de Mafalda la conocí gracias a Regina Limo).
Y este es un notable número de Les Luthiers
Y, de nuevo, Les Luthiers:
4. El asunto es avanzar
Otra vez Savater. En una conferencia titulada Las contradicciones del progreso, afirma:
La vida humana es breve, insuficiente para alcanzar la perfección y el paraíso inmaculado. Nacemos rodeados de males y moriremos rodeados también de males, eso es seguro. Lo único que podemos intentar es que los primeros no sean idénticos a los últimos.
5. No podemos evadir nuestra responsabilidad
Este es un fragmento del discurso que dio Mario Vargas Llosa al recibir el Premio Jerusalén (1995):
Los deseos y los sueños pueden volverse realidades. No es fácil, desde luego. Hacen falta una terquedad de acero y la capacidad de sacrificio y de idealismo de esos desarrapados que, en el suelo hostil, hicieron brotar agua y sembradíos donde había piedras y levantaron en el desierto cabañas que se volvieron pueblos y después ciudades modernas. La historia no está escrita y no hay leyes recónditas que la gobiernen, dictadas por una implacable divinidad o una Naturaleza despótica. La historia la escriben y reescriben las mujeres y los hombres de este mundo a la medida de sus sueños, esfuerzo y voluntad. Esta certidumbre pone sobre nuestros hombros una tremenda responsabilidad, desde luego, y no nos permite buscar coartadas para nuestros fracasos. Pero, también, constituye el más formidable aliciente para los pueblos que se sienten agraviados o desposeídos. Pues ello indica que nada debe obligatoriamente ser como es, que la historia puede ser como debería ser, como quisiéramos que fuera, y que depende solo de nosotros que lo sea.
6. Cada generación debe reconocer sus ambiciones y sus limitaciones
En su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura (1957), Albert Camus dijo:
Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida —en la que se mezclan las revoluciones fracasadas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos, y las ideologías extenuadas; en la que poderes mediocres, que pueden hoy destruirlo todo, no saben convencer; en la que la inteligencia se humilla hasta ponerse al servicio del odio y de la opresión—, esa generación ha debido, en sí misma y a su alrededor, restaurar, partiendo de amargas inquietudes, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir y de morir.
7. Todo está perdido
En una entrevista a Pedro Donoso, a cuyas preguntas contestó por correo electrónico, el escritor chileno Roberto Bolaño afirma:
Yo soy de los que creen que el ser humano está condenado de antemano a la derrota, a la derrota sin apelaciones, pero que hay que salir y dar la pelea y darla, además, de la mejor forma posible, de cara y limpiamente, sin pedir cuartel (porque además no te lo darán), e intentar caer como un valiente, y que eso es nuestra victoria.
8. No todo está perdido
Creo haber leído esta historia, contada por Rosa Montero, en La loca de la casa. Sin embargo, no encuentro la cita. Por eso, la copio de esta conferencia, titulada Contra la muerte, que dio la misma Rosa Montero:
Hay una historia terrible y hermosa que siempre me ha encantado porque ejemplifica a la perfección esta reafirmación contra el horror, que es la historia de la Gran Peste de 1348. Ya saben que la peste bubónica es una enfermedad aterradora, mataba en muy pocos días y de una manera atroz y con unos dolores espantosos. Esta peste fue la más terrible en la historia de la Humanidad, por lo menos la más terrible que está registrada, y empezó en Asia, aunque de Asia se tienen pocos datos fiables, y luego llegó a Europa en los barcos en 1348, y en menos de un año murieron entre la mitad y dos terceras partes de la población de Europa; es decir, en la España de hoy hubieran muerto unos treinta millones de habitantes en menos de doce meses. En París fallecieron la mitad de los habitantes, en Venecia dos tercios, en Florencia cuatro quintas partes; en todo el continente desaparecieron pueblos enteros, los campos de labor volvieron a su estado salvaje, los animales domésticos vagaron sueltos y asilvestrados. El mundo se llenó de bandoleros, desapareció el orden, no había ya gente para enterrar a los muertos. Como podrán comprender, parecía que había llegado el apocalipsis.
Agnolo di Tura, que era un cronista de Siena (Italia), escribió: «enterré con mis propias manos a cinco hijos en una sola tumba; no hubo campanas, ni lágrimas, esto es el fin del mundo». Y había un fraile que se llamaba John Clyn y que vivía en un pequeño convento de Irlanda. En ese convento murieron todos los monjes de la peste bubónica, y Clyn los fue enterrando a todos uno a uno. Mientras atendía las atroces agonías de sus compañeros, Clyn iba escribiendo en un pergamino el relato de lo que estaba sucediendo; y cuando ya solo quedaba él, llegó al final de su crónica y anotó en el pergamino: «para que las cosas memorables no se desvanezcan en el recuerdo de los que vendrán detrás de nosotros», y luego dejó un espacio en blanco para que alguien pudiera seguir escribiendo y añadió: «con el fin de que esta obra se continúe, si por ventura alguien de la estirpe de Adán burla la pestilencia». Fíjense cuánta esperanza hay en la escritura y en la lectura, esperanza de que no se va a acabar la Humanidad a pesar de todo, esperanza de que alguien de la estirpe de Adán va a superar la pestilencia. Esperanza de que va a haber una mano más que va a recoger tu testigo, el humilde testigo de tus palabras, y va a seguir escribiendo en el pequeño espacio que has dejado en el pergamino.
Y por supuesto Clyn también murió, terriblemente solo, de la peste bubónica, y lo sabemos porque alguien anotó su fallecimiento en ese espacio que quedaba; pero la vida siguió, la estirpe de Adán no se acabó, y si hoy sabemos de esa historia, si sabemos lo que fue la peste, es fundamentalmente por el relato que nos dejó John Clyn. Y yo no dejo de maravillarme de que ahora podamos leer esas palabras escritas en el borde del abismo, me maravilla que alguien tuviera el valor de escribirlas, y alguien más el valor de continuarlas, y que se hayan conservado, que una legión de lectores y estudiosos y bibliotecarios las guardaran, que las archivaran, que las ordenaran. Y junto con las palabras de Clyn, tantas, tantísimas palabras más, esa trenza de comunicación y de emoción que los humanos vamos creando a través de los siglos con nuestros escritos y nuestras lecturas, ese cúmulo de información que va creciendo y pasa de mano en mano, y que hace que los humanos sepamos más sobre nosotros mismos, que seamos más fuertes, que seamos más libres y más felices.
9. Siempre se puede bailar
En esta canción de Rubén Blades, un tipo calcula que el intervalo entre el lanzamiento de un misil y su estallido en la Tierra es de aproximadamente cinco minutos. ¿Qué puede hacerse en tan poco tiempo? Bueno, bailar. Dice la canción:
Prepárense, ciudadanos:
se acabó lo que se daba
y a darse el último trago.
No se me pueden quejar,
que el show fue bueno y barato:
y ante el dolor
el buen humor es esencial
Por eso, saca a tu pareja
y ponte a bailar
la canción del final del mundo.
Que no les domine el miedo
no se pongan a gritar;
control y nada de nervios
y cuidado con llorar.
Que, para bien o para mal,
lo mandamos a buscar,
y ahora nos llegó la cuenta
y tenemos que pagar.
Despídete de tu barrio
y del mundo en general,
y que en la tierra
nadie quede sin bailar
la canción del final del mundo.
10. Sobre la tierra estamos
Este es el último poema de Comentarios reales (1964), el libro de Antonio Cisneros:
Sin preocuparnos por el hedor
de viejos muertos
ni construir nuestra casa
con huesos de los héroes
para nuevas batallas y canciones
sobre la tierra estamos.
Más procrastinación
